Cuando me dispongo a escribir estas líneas lo hago con el corazón algo encogido tras un empacho de noticias que poco o nada invitan al optimismo: que la crisis energética puede ser aún peor, que puede haber serios problemas con el agua, que las crecientes necesidades desbordan a las entidades sociales, que los retrasos en los trenes generan incluso miedo a perder el trabajo, que deberemos apretarnos (más) el cinturón… o que Putin moviliza reservistas para luchar en Ucrania, por citar solo unos ejemplos.
Podéis considerarme una exagerada, si queréis, pero os aseguro que no soy en absoluto una pesimista. Más bien lo contrario. Soy de esas personas que suelen apostar por el vaso medio lleno. Siempre y cuando haya posibilidades reales de hacerlo, claro está. Porque tampoco soy una bendita inocente.
¿Qué quiero decir? Pues que me parece que, ahora mismo, es necesario que las advertencias de responsables públicos acerca de escenarios de futuro que ya nos están afectando deben ir forzosamente acompañadas de información de servicio. Una información que, más allá de un “preparaos, que vienen curvas”, diga, explique, aconseje qué podemos y debemos hacer para prepararnos.
La información de servicio debe estar siempre presente, especialmente cuando se trata de la cosa pública. Pero esta información es ahora más necesaria que nunca. Y debe ser de fácil comprensión, didáctica, práctica… y relevante.
De la importancia de la información de servicio se ha hablado aquí en múltiples ocasiones. Recientemente lo han hecho Neus Yerro, Dolors Gordils y Jordi Martínez, por ejemplo, y lo han hecho, y valga la redundancia, exponiendo ejemplos concretos que les han tocado de cerca.
Lo cercano, aterrizar la comunicación, que diríamos, conviene. Como creo que así hace, a mi parecer, la campaña de la Generalitat de Catalunya que, con la canción de Raimon, nos recuerda que no controlamos la lluvia, pero si el grifo.
En tiempos de sobredosis de contenidos y, paradójicamente, de desinformación, la información de servicio público debe ser creíble y accesible. Y debe encontrar el hueco para ser relevante y para captar la atención de la gente.
Ello también significa que, probablemente, la adaptación de los métodos tradicionales a los nuevos códigos visuales y creativos no sea suficiente.
Nadie dijo que fuera tarea fácil.
Particularmente complicado si se trata material sensible, como es el caso de otra campaña que la Generalitat pone ahora en marcha: “El suicidio se evita hablando”. La campaña más directa que ha hecho para prevenir el suicidio; que quiere romper el tabú que lo rodea, reducir el estigma social, y que se dirige a toda la sociedad, pero interpelando a los colectivos en riesgo y a sus familias. Directamente. Muy de cerca.
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