Las direcciones de comunicación de las empresas han experimentado cambios vertiginosos en estos últimos años, debidos principalmente a la irrupción de las tecnologías digitales y a la multiplicación de los formatos y canales, internos y externos, que tienen a su alcance para comunicar.
En muchos casos, esta revolución digital ha ido acompañada de nuevos perfiles y roles profesionales que se han incorporado a las áreas de comunicación, a veces conviviendo, a veces colisionando, con los roles ya existentes.
Además, la creciente globalización de las empresas obliga a superponer estructuras comunicativas, ya sea por área de negocio, por zona geográfica o por dependencia jerárquica. En la mayoría de los casos, un auténtico ‘tetris’ en el que uno ya no sabe muy bien quiénes forman parte de su equipo y de quién depende su función.
Lo grave del caso es que cuanto más complejo es el organigrama comunicativo, más complejas son las comunicaciones, más lentas, menos efectivas y más alejadas de la realidad de la empresa o institución, del negocio, del día a día.
Organigramas complicados llevan a flujos de comunicación imposibles, órganos de decisión colegiados que no deciden y procesos de validación que siempre llegan tarde.
Y todo ello, en detrimento de poder implantar acciones de comunicación eficaces, por mucho presupuesto del que se disponga.
Para hacer frente a esta complejidad comunicativa, tenemos que SIMPLIFICAR las estructuras, asignar roles claros y delegar áreas o proyectos a sus responsables. La comunicación es un trabajo en equipo y, como todos los equipos, tiene que haber un capitán que dirige, unos líderes que lo acompañan y una serie de jugadores que forman parte del equipo, y que tienen muy clara su posición y su rol.
¿Verdad que no hay dos capitanes en el campo? ¿Ni dos porteros? ¿Ni un defensa jerárquico que es un delantero funcional? ¿Ni un delantero que juega como portero porque la delantera ya está cubierta? ¿Ni un jugador que no hace caso al capitán porque depende del capitán de otro equipo?
Pues intentemos construir equipos de forma sencilla, racional, efectiva y de acuerdo con los objetivos y retos que tenemos a día de hoy.
El principio KISS –acuñado en términos de ingeniería, diseño y más recientemente programación de software- debería guiar la definición de las áreas de comunicación: keep it simple, stupid.
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