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Hay cosas y hechos que se deben explicar

per | 14/09/2021 | Comunicación, Comunicación de crisis, General, Reputación | 0 comentarios

Diariamente, vivimos hechos con una amplia repercusión mediática, muchos de los cuales serían diferentes si sus protagonistas los hubieran explicado adecuadamente y no hubieran dejado en manos de la intuición, de la percepción o de todo tipo de valoraciones la aclaración de la situación. Pongamos tres ejemplos: el anuncio de la retirada de los 1.700 millones de euros de inversión prevista para el aeropuerto de Barcelona, ​​la renuncia del obispo Novell o el precio de la luz. Todos son casos en los que una buena explicación hubiera ahorrado ríos y ríos de tinta y una avalancha de contenidos digitales, o por lo menos hubiera moderado su intensidad.

Seguimos inmersos en una tendencia al alza de escondernos ante hechos complejos. Los responsables tienen miedo de dar la cara e intentan resolver las diferentes situaciones con informaciones a medias, justitas o a menudo rodeadas de simples especulaciones, sin entrar en el fondo del problema.

Siempre hemos defendido que quien tiene la agenda de la comunicación tiene a su favor la gestión de la crisis. Tener la agenda significa gestionar la información, marcar el ritmo, pero en ningún caso esconder la cabeza bajo el ala y renunciar a explicar los hechos. Lo que está ocurriendo hoy en día es simplemente una dejadez de funciones por parte de los responsables de la gestión de la información, se deja que otros asuman este rol y tomen la iniciativa, porque es mayor el miedo a tomar riesgos que el coste de asumir una avalancha informativa en contra o, cuando menos, sesgada.

A menudo, esta estrategia errónea acaba por pasar factura y termina obligando a aquellos que han escondido la cabeza bajo el ala a salir a dar explicaciones. Explicaciones inútiles porque el relato que se ha instalado ya es el de las otras partes.

Seguramente, también estamos ante un signo de mediocridad en la gestión, de falta de conocimiento, de falta de profesionalidad, porque casos como estos se han multiplicado últimamente. La comunicación no es un juego y no podemos dejar al azar su gestión. Las repercusiones de esta dejadez son muy amplias y van desde la pérdida de reputación de muchas instituciones y organizaciones hasta el coste económico.

Pensemos cuál es el coste político de la chapuza del aeropuerto, cuál es el batacazo que supone para la institución eclesiástica el caso del obispo o la forma en que se está gestionando o qué precio pagarán las compañías eléctricas y el gobierno para evitar el rechazo, siguiendo los ejemplos que citábamos anteriormente.

La información es capital y tomar la iniciativa informativa aún lo es más en tiempos tan complejos como los actuales. Una buena explicación a tiempo puede resolver muchos dolores de cabeza y, sobre todo, que se generen percepciones muy difíciles de gestionar con posterioridad, pero la tendencia desgraciadamente va en la dirección contraria: esconderse.

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