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Esther Vera en el podcast Parlem amb Síntesi

per | 7/12/2022 | Comunicación, General, Podcast | 0 comentarios

Esther Vera Garcia es la directora del diario ARA desde el año 2016. Ha sido corresponsal en París y Washington por el diario Avui, delegada en Catalunya de CNN+ y de los informativos de Cuatro y editora y presentadora de diversos programas en Tv3. Ha participado y participa como analista en diferentes medios y, además, ha sido directora de Comunicación del Departamento de Economía, con Andreu Mas-Colell al frente. Defiende el periodismo clásico y cree que debemos de ser conscientes como ciudadanos del valor que representa poder estar bien informados.

Podéis escuchar el capítulo entero con Esther Vera aquí [en catalán]:

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Eres una periodista con una larga e intensa trayectoria en el mundo de los medios de comunicación, pero también has sido asesora y directora de Comunicación del consejero de Economía Andreu Mas-Colell… Y desde hace siete años eres directora del diario ARA.

Simplemente lo que he hecho es hacer periodismo.

¡Hoy eso es muy importante! ¿Crees que, a pesar de la convulsión política, social y mediática que vivimos, podéis seguir haciendo lo que tu reivindicas como periodismo de verdad?

Sí. Siempre digo que lo que intentamos hacer es periodismo clásico con nuevas herramientas. Y el periodismo clásico no es otra cosa que salir a la calle a escuchar a la gente, a los que tienen voz y a los que en principio no la tienen. Es explicar las cosas que vemos de manera que se entiendan. Y después, todo esto, empaquetarlo con todos los formatos que las nuevas tecnologías nos permiten y distribuirlo a través de todas las redes que las nuevas tecnologías nos aportan. Por lo tanto, es periodismo clásico o periodismo de toda la vida, que es este de salir a la calle, con nuevas herramientas. Esto es lo que intentamos hacer.

Un periodismo que no debe de estar exento de muchas presiones…

Hacer periodismo siempre resulta complejo, porque un diario siempre es un punto de vista. Por lo tanto, tu punto de vista puede ser el correcto o el incorrecto. Ahora bien, es muy importante retornar a los básicos y diferenciar lo que es la información de lo que es el análisis, de lo que es la opinión; porque una cosa son los hechos y otra, las opiniones. Por eso, cuando digo lo de retornar al periodismo clásico, quiero decir también que los géneros estén claramente diferenciados: una cosa es una información, otra es análisis y otra es opinión. Y los géneros deben de estar muy diferenciados.

Siempre hay presiones, porque siempre hay personas que no ven las cosas como tú. Lo mejor contra las presiones, lo que nos garantiza a nosotros y a todo el mundo la libertad de prensa, es la fortaleza de la empresa. Cuanto más fuerte sea una empresa, más libres serán sus periodistas y, por lo tanto, mejor informados estarán sus lectores. Por esto nosotros siempre decimos que es muy importante el modelo de negocio y cómo impacta en el tipo de producto que haces.

En el caso del ARA, nuestro modelo de negocio es de suscripción. Desde hace 12 años, somos un medio de comunicación de suscripción. Ya lo éramos cuando muchos de nuestros competidores regalaban la información digital. Nosotros no queremos ir al “clickbaiting”, no queremos ir al sensacionalismo, no vamos a volumen. Nuestro propósito es que la gente encuentre una información diferenciada que pueda ser analítica, jerarquizada, que trate los temas que interesen a los lectores y que sea una información con suficiente valor añadido como para que la gente regrese, y le merezca la pena pagar por este tipo de información.

Durante muchos años éramos prácticamente el único medio en el Estado español que intentaba que la gente se suscribiera. Ahora hay muchos medios tradicionales que han pasado a la suscripción porque entendieron que los cambios tecnológicos no podían combatirse. Ahora bien, como no se podían combatir, decidieron regalar la información, y eso es lo que hicieron durante muchos años. Eso también deterioró la calidad del periodismo y acabó situando a algunos de estos medios en manos de grandes grupos empresariales o en manos de los gobiernos. Uno de los ejemplos es lo sucedido con El País, que pasó de ser el gran medio en lengua castellana a un medio que ha perdido, como dirían ellos, “lustre”, o que ha perdido brillo en una cabecera que era extraordinaria.

En el mundo anglosajón o americano, el periodismo de prensa ha funcionado con este modelo y los medios pueden empezar a tener una rentabilidad y ser sostenibles. Aquí, ¿estamos lejos de conseguir que los diarios puedan ser viables con este modelo de pago?

La cuestión es de volumen. Cuando decimos que hemos de parecernos al New York Times o al The Economist, está muy bien; porque debemos de parecernos desde el punto de vista de la calidad. Lo que sucede es que nos movemos en un mercado pequeño, porque somos un diario pensado y publicado en catalán. También tenemos traducciones al castellano y al inglés, pero básicamente cuando preguntan en qué idioma sueñas, pues en el ARA soñamos en catalán. Por lo tanto, nuestro mercado es mucho más pequeño y hay mercados que son mucho más grandes. El de lengua castellana es mucho más grande, y el mercado anglosajón es mundial. Así que es más fácil que lo consiga un diario escrito en inglés que no un diario que esté escrito en una lengua minoritaria, por más calidad que tenga.

Para mí, la única salida del periodismo es que la gente se dé cuenta de que las noticias pueden ser gratis, pero que la información es muy cara y que vale la pena pagar por la información.

Hemos de tener claro que la información, si no la paga el suscriptor o la persona que la consume, la pagará alguien, y normalmente ese alguien es una gran empresa, una entidad financiera… alguien que tiene un interés. Muchas veces quieren prestar apoyo a la prensa libre para que haya un mercado y para que haya una sociedad democrática más rica, pero otras veces lo único que quieren es simplemente que no publiques cosas sobre ellos. Y no es ni el primero ni el segundo caso, ni el tercero ni el cuarto, que publicas algo sobre alguien e inmediatamente te retiran toda la publicidad. Bien, es un riesgo.

En las elecciones, y en otras ocasiones, vemos que hay una cierta desconexión de los medios con la ciudadanía. Los periodistas estamos constantemente pendientes del boom de las redes, de lo que está pasando en Twitter y que este ha pasado un poco a ser nuestra conexión con el mundo. ¿Lo que sucede en las redes sociales puede distorsionar la visión y la realidad que tiene un medio?

Lo que ha pasado es que se ha eliminado la intermediación. Es decir, lo que han considerado algunos políticos, sobre todo políticos populistas, es que si quitas de en medio al periodista, que es el que valida la información, la verifica, la jerarquiza, la pone en contexto, y emites una información o una mentira directamente a través de WhatsApp o a través de Twitter, llegas mejor al objetivo que quieres. Con el conocimiento y los datos que tenemos actualmente, cualquier político –Vox por ejemplo trabaja así- sabe perfectamente cuál es el nicho de mercado exacto que acabará siendo un votante potencial. Sabe perfectamente a quién ha de enviar determinados mensajes contra los extranjeros o sobre temas de seguridad, etcétera. La microsegmentación permite enviar un mensaje muy director incluso a tu móvil; y un mensaje que te llega a tu móvil tiene una credibilidad muy alta porque te llega directamente. Ha habido movimientos populistas, Trump es el primero de ellos, que intentan quitar de en medio al mediador. Si tu dices que el que está en medio está vendido, está comprado, tiene intereses espurios, bla, bla, bla, quitas de en medio a los periodistas que se dedican a verificar, que son los que tienen la capacidad de decirle a la opinión pública: te están mintiendo, o eso que te están intentando decir es mentira.

Con las redes sociales hemos ganado algo grande, que es que cualquier persona puede emitir una información. Pero también hemos ganado que cualquier persona puede emitir una mentira. Por lo que es necesario que los periodistas hagamos nuestro trabajo y verifiquemos y pongamos en valor y jerarquicemos e intentemos explicar las cosas.

Hablabas de este intento de presión que existe muchas veces, sobre todo desde el mundo político… Tú fuiste asesora y directora de Comunicación de Andreu Mas-Colell en la Consejería de Economía, ¿crees que se hacía periodismo también desde el otro lado?

Creo que lo que haces es gestionar información. No haces exactamente periodismo, pero sí que gestionas información, y esto puedes hacerlo de muchas maneras. Lo puedes hacer desde el punto de vista de la propaganda política, o lo puedes hacer como un gestor de información. Tuve la suerte de que el pacto que hice con el consejero fue: ante la duda, transparencia. Intentamos ser muy transparentes con la información que facilitábamos al ciudadano. Explicamos muchísimas cosas y en muchas cosas cambió la percepción que había de la economía catalana y del sistema de financiación y de las balanzas fiscales, por ejemplo. Son informaciones que se dieron de una manera más prolija, mucho más profunda de lo que se había dado hasta ese momento. También eran años muy duros.

Desde un punto de comunicación, ya sea en una empresa o en un gobierno, lo que puedes hacer es o bien gestionar información, o bien hacer propaganda. Yo intenté gestionar información. Ello quiere decir, por ejemplo, que nunca puedes mentir a tus compañeros, aunque estés al otro lado. Puedes no dar toda la información, puedes querer esperar a dar una información cuando esté cerrada o confirmada, o a tener la seguridad de que es correcta. Pero en el campo de la Consejería de Economía esto resultaba relativamente fácil porque los números no son muy manipulables y las estadísticas tenían una fecha fija de publicación y no se podía manipular cuando publicabas una estadística o cuando no la publicabas. Había bastantes maneras de controlar que no hubiera una intervención política en la difusión de la información económica.

Y, en aquel caso, la función y el trabajo del intermediario, del periodista, ¿crees que está bien hecha? ¿Te llevaste alguna decepción?

Fue muy interesante pasar a la gestión pública. En primer lugar, porque yo había estudiado Políticas y me interesaba mucho cómo funcionaba la administración desde dentro. Con Andreu Mas-Colell, a quién había conocido cuando él era profesor en los Estados Unidos, me comprometí por dos años, porque no quería relacionarme con la política, no quería tener ninguna etiqueta política encima. Pero una vez transcurridos los dos años nos encontrábamos en la segunda parte de la dura crisis del año 2012 y me pareció que no era el momento de dejar la consejería, porque era un muy momento muy difícil y trabajaba bien con él. Se aprendía mucho a su lado, y me quedé.

Y, mira, es como si tu hubieras vivido en Australia toda la vida y, de golpe, te vas a Tanzania y tu eres un periodista y dices, ostras, desde aquí se ve el mundo diferente. Fue muy interesante porque vi como funcionaba la administración pública, y hay unos técnicos extraordinarios, sobre todo en la Consejería de Economía. Y un día haces un máster de financiación, otro un máster de suelo, otro un máster de sistema bancario o mil cosas. Es una consejería enorme, con unos técnicos fantásticos que te enseñan muchísimo. Esta era una parte muy buena. Por otra, que me llamó mucho la atención, fue ver cómo trabajamos los periodistas: nos queman las cosas en las manos, a veces titulamos las informaciones antes de haber terminado de escuchar lo que nos están explicando… También somos, como en todos los sectores, perezosos; también a veces somos manipuladores.

Para mí fue una cura de humildad, en el sentido que aquello que llamamos “la parte oscura”, pues nada, que de “parte oscura” hay en todos los lados. También vi a periodistas que hacían su trabajo fatal o de una forma muy frívola. Y a políticos o técnicos de la administración que intentaban hacer su trabajo con una honestidad ejemplar, realmente servidores públicos. Y por eso resultó muy interesante.

¿Esta experiencia te ha ayudado después?

Sí. Me ha ayudado a tener mucho más respeto a la administración pública, a siempre intentar hablar con los técnicos que conocen los temas y, sobre todo, es una cura de humildad para los periodistas, para decir que lo que te llega o la impresión que tu tienes de las cosas puede estar equivocada – a menudo está equivocada -, y que necesitas escuchar el otro lado para saber qué está pasando. Y la desconfianza típica de pensar que el político me está engañando es también un poco absurda. Sí que es cierto que existen propagandistas y spin doctors que lo que quieren siempre es colocar el mensaje, pero también hay gente que lo que intenta es que las cosas pasen y que las políticas públicas se lleven a cabo. Por lo tanto, creo que en el fondo fue una cura de humildad.

¿Cómo crees que habría de ser un buen director de comunicación? ¿Qué características crees que debería de tener?

Primero, que no mienta. Si mientes, estás muerto. Tú puedes no decir todo lo que sabes, puedes no dar toda la información de entrada, puedes responder exactamente las cosas que te preguntan. Es aquello del Ala Oeste de la Casa Blanca, cuando preguntaban “¿Sabes la hora?” y decían “Las 5 y 20”. No, no, te han preguntado si sabes la hora, y la respuesta es “sí”. De alguna forma puedes decir todo lo que sabes o puedes no decir todo lo que sabes, pero no puedes engañar nunca porque la única cosa que tienes es tu credibilidad. Y en el fondo, en periodismo es lo mismo.

Pero hoy la mentira forma parte de nuestro paisaje…

Sí, es gratis. Y el drama que sea gratis es que incluso cuando denuncias que es una mentira muchas veces es la palabra de uno contra otro. También es cierto que esto ha pasado siempre, solo que ahora se viraliza muy rápido, que las redes tienen mucha potencia, pero la mentira siempre ha existido. Y hablar mal de las redes también es un poco absurdo, porque también nos permiten llegar a lugares donde no llegábamos nunca hasta ahora. Ahora sabemos, por ejemplo, que hay una revolución interna, feminista o de las mujeres en Irán, y es la primera vez que sabemos qué pasa casi al día. Durante las crisis anteriores, la última creo recordar que se saldó con una entrada salvaje en la Universidad de Teherán en la que murieron creemos que decenas o centenares de estudiantes, no sabremos nunca qué pasó allí. Ahora, gracias a las redes, tenemos mucha más información, porque todo el mundo tiene un móvil en la mano y en algún momento esta información puede llegar a la otra punta del planeta. Las redes, como todo, depende de cómo las uses.

¿Qué herramientas de información utilizas?

Es un poco un alud. Escucho la radio a primera hora de la mañana y entro en periódicos extranjeros y en todos los de aquí y de allá, y también por redes. A mí, Twitter me ayuda mucho. La verdad es que me gusta mucho, porque si sigues buenas cuentas de buenos periodistas o periodistas que hacen listas muy bien informadas sobre temas concretos, sobre Afganistán o sobre Irán o sobre cualquier cosa que esté pasando en aquel mismo momento, tienes muy buena información.

Para terminar, ¿hay algún libro de referencia, de comunicación, de periodismo, que crees que vale la pena comentar y que puede resultar recomendable a las personas que siguen este podcast?

No sé. Hay muchos libros. A mí me gusta mucho el de un intelectual británico, Christopher Hitchens, extraordinariamente inteligente y polemista y valiente en todo aquello que escribía. Un libro precioso que leí hace años – creo que lo publicó Anagrama-, “Cartas a un joven disidente”. Venía a decir que si quería ser un periodista, o si quería ser un joven con capacidad crítica, toda su vida sería un disidente.

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