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Sportswashing

per | 1/12/2022 | Comunicación, General | 0 comentarios

El prestigioso diccionario Collins define Sportswashing como “la práctica de una empresa o país controvertido utilizando el patrocinio deportivo para mejorar su reputación”. El Sportswashing puede conseguirse mediante la acogida de acontecimientos deportivos, la compra o el patrocinio de equipos deportivos o la participación en un deporte. A nivel internacional, se ha utilizado para dirigir la atención lejos de los pobres registros de respeto a los derechos humanos o para tapar escándalos de corrupción.

En este ámbito, una vez más, el fútbol es el deporte rey y acumula una larga lista de sedes controvertidas de algunas de sus competiciones emblemáticas. Por ejemplo:

  • El Mundial de Italia de 1934 celebrado durante el régimen de Benito Mussolini
  • El Mundial de Argentina de 1978 bajo la dictadura de Videla
  • La Supercopa de Italia de 2002 jugada en Libia bajo el régimen de Gaddafi
  • El Mundial de 2018 celebrado en la Rusia de Putin
  • El actual Mundial 2022 que se está disputando en Qatar

Son solo algunos ejemplos de cómo se ha utilizado un gran acontecimiento deportivo para blanquear contextos sociales y políticos difíciles de justificar en términos de democracia y respeto a los derechos humanos.

“En el transcurso de un período de 12 meses, países como la China, Qatar y Arabia Saudí, todos criticados por violaciones a los derechos humanos, utilizarán acontecimientos deportivos de prestigio para pulir su imagen pública en un escenario internacional”, señalaba un editorial del diario británico The Guardian publicado a primeros de este 2022.

Pero, más allá de los países organizadores, en esta estrategia de blanqueo hay también muchos colaboradores necesarios: las organizaciones deportivas propietarias de las competiciones (FIFA, UEFA, etc.), las federaciones nacionales que participan, los propios deportistas, los patrocinadores de estos acontecimientos globales y, en última instancia, los espectadores, que se debaten entre el interés en seguir la competición y el dilema moral que implica engrosar aún más las audiencias.

Desgraciadamente, la estrategia es tan antigua que se remonta al imperio romano y al archiconocido panem et circenses: las luchas de gladiadores en los circos para entretener al pueblo y mantener la paz social.

A veces, una imagen vale más que mil palabras.

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