En fútbol, tener el control de la pelota es una de las claves para ganar partidos y esto, el FC Barcelona lo sabe muy bien porque lo ha practicado durante muchos años, desde que el gran Johan Cruyff nos regaló su filosofía. Y si trasladamos este concepto al ámbito de la comunicación, aquellos que nos dedicamos a la gestión de las crisis sabemos que el silencio no es rentable. Porque, si en una crisis tu no das tu versión alguien dará la suya. Y no debe confundirse silencio con prudencia; ambos son compatibles, aunque la crisis nos vaya en contra. En este caso, perder la pelota es el silencio y no lucharla es la prudencia.
Al Barça le está pasando un poco esto, que está confundiendo el silencio con la prudencia en todo el caso Negreira y el entorno está ganando el partido, sembrando la duda y el rumor permanente ante unos hechos que tienen toda la pinta de no ser agua clara.
Pero, independientemente de si el FC Barcelona fue honesto no en los objetivos de la contratación de los servicios de José Maria Enríquez Negreira, la reputación del club debe defenderse, como lo haría o lo habría de hacer cualquier corporación. El Barça, siguiendo con el símil futbolístico, debería haber tenido la pelota en todo momento, anticipándose, siendo muy contundente en la respuesta y marcando el camino de todas las acciones que tocaba poner en marcha para esclarecer los hechos. No hace falta saber exactamente qué pasó para defender la marca.
Lo que ha sucedido, sin embargo, ha sido justo lo contrario. Todos, y especialmente los medios de comunicación, han hablado y han metido baza en el caso Negreira, menos el club afectado. El Barça sigue persistiendo en un silencio que no beneficia ni su prestigio ni su reputación. Y evidentemente que deben abrirse investigaciones externas y evidentemente que los resultados tardarán en conocerse, pero mientras tanto se pueden decir y pueden hacerse muchas cosas, menos callar y aguantar el chaparrón.
En las crisis, no sirve aquello de verlas pasar, dejar que la tempestad amaine o esperar que la situación remonte por si sola. Cuando esto sucede, lo que ocurre es que el relato de los demás, el del resto de interlocutores, cuaja y se hace fuerte y todo el mundo acaba por comprarlo aunque no sea cierto, aunque no sea exactamente lo que ha pasado.
La sospecha sobre el Barça se puede convertir en eterna si el club no lo corta de raíz. Y no lo está haciendo, dejando la sensación entre socios y simpatizantes de que este es un partido en el que han bajado los brazos antes de empezar a jugarlo. ¿Qué etiqueta le quedará al Barça cada vez que el árbitro le pite un penal a favor o le dé la razón en una jugada polémica?
Pero el partido aún puede ganarse.
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