El otro día vi en televisión el spot de la nueva empresa que promete llevarte la compra a casa en diez minutos, y para ello sus trabajadoras y repartidores corren por los pasillos y por las calles a contrarreloj.
¿De verdad alguien NECESITA que le lleven la compra a casa en DIEZ MINUTOS?
Vivimos inmersos en la sociedad de la (des)información, del clickbait, del titular incendiario, del minuto a minuto y de la vorágine informativa. Es más importante quién lo dice primero que quién dice toda la verdad. Y esta dinámica se ha instalado en todos los ámbitos de la sociedad.
Nos hemos vuelto más impacientes, más exigentes y más intolerantes y además nos sentimos tan informados que damos lecciones al médico, al profesor de nuestros hijos, al dependiente de la tienda de móviles y a nuestro vecino, sobre aspectos tan diversos que en ocasiones ni siquiera tienen que ver con nuestra profesión y, a priori, con nuestro ámbito de experiencia.
Y quiénes nos dedicamos a la comunicación lo sufrimos de forma diaria. Nos piden las cosas “para ayer”, que estén “impecables y en 3 idiomas” y además nos dicen “cómo tenemos que hacerlo” porque ya lo han leído en diferentes blogs y foros muy importantes o se lo ha dicho un amigo en una comida o su vecino en el ascensor.
Además, la inmediatez combina muy mal con el rigor y la eficacia. En comunicación, casi siempre es tan importante lo que se dice que el cómo se dice, y eso requiere de tiempo y reflexión. Los mensajes importantes, como el café, hay que reposarlos. Y a veces hasta repensarlos. Y contrastarlos, y apoyarlos con datos objetivos y certezas, e incluso con imágenes e infografías, para lograr que la gente lo entienda, no tan sólo que lo reenvíe o lo deje en “visto”.
Cuando hablamos de “comunicación estratégica” nos referimos a diseñar un conjunto de acciones, calendarizadas en el tiempo, para lograr unos determinados objetivos a corto y medio plazo, a través de determinados soportes y canales propios, ganados y pagados. Y esta estrategia la gestionan los profesionales de la comunicación y sus equipos, tanto internos como externos.
Vendría a ser el “zapatero, a tus zapatos” pero en versión 4.0. Pero claro, de comunicación, como de fútbol, todo el mundo sabe, y ahora además le añadimos una capa de impaciencia y de inmediatez.
Como dice una buena amiga mía: “si no tenemos diez minutos diarios para parar, respirar o meditar… es que necesitamos veinte”. Reivindiquemos de nuevo el arte de tener un poco de paciencia y de ser un poco menos exigentes y más tolerantes.
Esto no solo pasa con la información y el pensar, también ocurre con el disfrutar y el verdadero vivir, por ejemplo, veo que las personas no terminan de escuchar una canción completa, por supuesto que escuchar una sinfonía hoy es impensable.