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Hace unos días fui al cine a ver El buen patrón, la última película de Fernando León de Aranoa, protagonizada por un fantástico Javier Bardem. Seguramente León de Aranoa no lo pretendía, pero sin querer le salió una muy buena sátira corporativa. Al inicio de la película vemos a Julio, el patrón al que hace referencia el título, en el interior de su fábrica, dirigiéndose a sus empleados. La primera impresión es que estamos delante de un dirigente cercano, con capacidad de liderazgo, buen comunicador, con valores y empático, pero a medida que avanza la película todo cambia.

Cuando ese líder de apariencia cercana y comprometido con sus equipos baja a la arena se convierte en un gladiador sin piedad capaz de todo para conseguir sus objetivos empresariales, dejando de lado sus “valores”. Así, lo que a primera vista parecía una empresa ejemplar con un CEO inspirador y unos trabajadores motivados y comprometidos, en realidad, es una organización caótica, desordenada en la que todo el mundo lucha por sobrevivir a cambio de un sueldo a final de mes.

La importancia de la coherencia

El empresario de la película, Julio Blanco hace todo lo posible para lograr el éxito, pero olvida dos cosas esenciales: la coherencia y los públicos internos. Hoy ya no es suficiente con que las empresas y organizaciones presuman de ser más humanas, más éticas o más socialmente responsables. Además, de decirlo deben serlo. Sólo esa coherencia entre el relato y los hechos corporativos les permitirá ganarse la credibilidad y confianza de sus públicos.

Las empresas lo saben y han empezado a incorporar en su relato corporativo, tanto interno como externo, estos elementos, sin embargo, todavía demasiado a menudo el relato y los hechos chirrían. Hay ejemplos a montones. Grandes empresas con millones de euros de beneficios cada año que no dudan en realizar recortes de personal, CEOs con sueldos millonarios con empleados en condiciones laborales infrahumanas, corporaciones contaminantes que aseguran defender el medio ambiente…

¿Y quién conoce mejor que nadie estas incoherencias? Sin lugar a dudas, los públicos internos. Los equipos internos pueden ser grandes embajadores para empresas y organizaciones, pero si éstas no son coherentes, existe el riesgo de que se conviertan en embajadores negativos. Además, esta carencia de coherencia provoca desmotivación en los equipos, falta de compromiso y liderazgo y mala comunicación, entre otros. Por eso, la falta de coherencia es un lujo que hoy ninguna empresa puede permitirse.

En la película de Aranoa, Julio Blanco se sale a corto plazo, pero al otro lado de la pantalla, seguro que a medio plazo las consecuencias serían irreparables. Los empleados del siglo XXI ya no trabajan sólo por un sueldo a fin de mes, que también. Los empleados del siglo XXI desean trabajar en empresas más humanas, más éticas y más socialmente responsables.

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