En la vida hay dos clases de personas: las que contestan a los correos electrónicos y las que no.
Entre las primeras, las hay quiénes contestan, además, en un tiempo razonable, aportan información clara y además lo hacen con educación. A estas hay que cuidarlas porque sin duda son una especie en extinción. Son valiosísimas en cualquier empresa u organización y diría que imprescindibles para quienes nos dedicamos a esto de la comunicación.
Entre las segundas encontramos tres subgrupos:
– las que son muy importantes y no dan abasto a contestar correos
– las que se creen muy importantes y solo contestan a ciertos correos de ciertas personas
– las que se creen muy importantes y presumen de no contestar a los e-mails
Establecer relaciones profesionales con cualquiera de los tres subgrupos es sumamente complicado porque es similar a intentar entablar una conversación con una puerta cerrada o un móvil sin cobertura.
Con el primer subgrupo a veces se encuentra un atajo: hacer llegar el mensaje a través de su secretaria, assistant o persona de confianza. A mod0 de ‘mensajero del zar’. Aún así, dificulta enormemente la tarea.
Y con los otros dos, no solo resulta agotador si no incluso desagradable.
Eso sí, el día que sean ellos quienes precisen de respuesta a un correo electrónico, y ese día siempre llega … quizás serán los demás, los que se han quedado en la bandeja de entrada, quienes estén fuera de cobertura.
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