Los cánones periodísticos señalan que un hecho, cuando menos, ha de ser de interés general, estar de actualidad y ser cierto para ser noticia. Desde hace ya algún tiempo, cada vez que leo un diario o sus ediciones digitales no puedo evitar preguntarme si no debería actualizarse la definición de noticia en los manuales periodísticos para ajustarla a la realidad del siglo XXI. Cada vez hay menos noticias de interés general, más noticias falsas y las noticias se limitan a informar de la actualidad, con anécdotas intranscendentes o de poco calado, procedentes con frecuencia de fuentes anónimas y sin contrastar.

Como muestra, un botón: el 1,5% de la plantilla de una empresa de transportes convoca una huelga y la movilización ocupa espacios destacados en los medios; detienen al profesor de una escuela por presuntas agresiones sexuales y en el titular, en lugar de aparecer el nombre de la escuela para la que trabaja, aparece el de otra institución para la que había trabajado con anterioridad; hay una manifestación multitudinaria y uno de los diarios más importantes de Catalunya publica un destacado diciendo que “Un repartidor de Glovo intenta cruzar el Paral·lel, pero no lo consigue y ha de bajar de la bicicleta”.

Esta realidad contrasta con las dificultades que tenemos los profesionales de la comunicación corporativa para que los medios de comunicación se hagan eco de las noticias generadas por empresas y organizaciones. No estamos hablando de informaciones anecdóticas, sino de informaciones de interés general, actuales, ciertas y relevantes.

Algunos ejemplos: la introducción en la sanidad pública de una innovación sanitaria con capacidad para mejorar la vida de miles de personas; la aplicación en una escuela privada de un nuevo método pedagógico adaptado a las necesidades del siglo XXI y que contribuye a revolucionar la enseñanza tradicional, o inversiones millonarias que revierten en beneficio de todo el tejido social y económico.

Son tres informaciones que afectan a miles de personas, pero que los medios descartan solo por el origen de la fuente. Tanto da que la información cumpla con todos los requisitos de una noticia y sea de interés general. Se trata de una fuente oficial de una empresa privada y se considera que las empresas privadas deben pagar si quieren que sus informaciones se publiquen.

Es cierto que los medios de comunicación han de gestionar una cantidad diaria ingente de notas de prensa, muchas de las cuales no son relevantes, pero precisamente el trabajo periodístico consiste en separar el grano de la paja. Y ello debería significar, también, tener en cuenta todas las informaciones, valorarlas y decidir si las publican o no en función de su interés y no en función de la fuente de origen.

Y de la misma forma que los medios de comunicación no deberían descartar automáticamente una información por la fuente, las empresas y sus gabinetes de comunicación deberíamos de emitir solo informaciones relevantes, lo cual no siempre es así. Aún existen organizaciones que exigen a sus gabinetes apariciones en medios con informaciones irrelevantes y sin interés, que habrían de ser de origen branded contents.

Observando esta realidad, convendría que periodistas y comunicadores hiciésemos autocrítica y reflexionásemos seriamente sobre qué es y qué no es noticia, y trabajar en equipo para evitar la infoxicación.