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Comunicación de riesgo: la necesidad de alcanzar consensos

per | 18/10/2022 | Comunicación, General | 0 comentarios

El objetivo principal de la comunicación de riesgos es que toda persona expuesta a un riesgo sea capaz de tomar decisiones informadas e incluso participar en la mitigación de las amenazas a qué está expuesta.

En el ámbito anglosajón, a menudo se usa el término “NIMBY projects” para referirse a aquellos proyectos o iniciativas que tienen contestación social y que no son bien vistos por la población afectada. No en vano, el acrónimo hace referencia a “Not In My Back Yard”, es decir, “no en mi patio trasero”.

Nos encontramos en un contexto de incertidumbre, de desafección de los ciudadanos para con sus políticos, sus instituciones y las grandes empresas, y la contestación social va en aumento. Y también los instrumentos para hacer notar esta contestación: redes sociales, blogs, plataformas vecinales, etc. Es por ello por lo que hoy, más que nunca, la comunicación de riesgo resulta una herramienta imprescindible para cualquier proyecto, empresa o institución.

¿Qué entendemos por comunicación de riesgo?

Fundamentalmente, se trata de establecer un diálogo con el entorno, con las partes implicadas directa o indirectamente, así como con la opinión pública, para conocer de primera mano cuáles son sus miedos, sus resistencias y también sus expectativas. Se trata de tejer relaciones y encontrar consensos y complicidades.

Nos guste o no, vivimos inmersos en la cultura del “no a todo”, con unos ciudadanos empoderados, (sobre)informados y cada vez más exigentes y menos tolerantes y, por lo tanto, la comunicación de riesgo es un reto mayúsculo al cual debe responderse de manera planificada, estratégica y personalizada.

¿Cómo debe prepararse un plan de riesgo? 

Primero, mediante un Plan de Interlocutores. Conociendo de primera mano quiénes son las partes implicades, qué piensa del proyecto o la iniciativa, cuáles son sus intereses personales, empresariales y políticos, y valorando la posibilidad de encontrar puntos de consenso.

En segundo lugar, haciendo un análisis interno y riguroso de los puntos fuertes y débiles del proyecto, sin caer en la autocomplacencia y contemplando no tan solo los escenarios previstos sino también los posibles… y los imposibles. Deberemos dar respuesta a todos.

En tercer lugar, estableciendo un diálogo con los diferentes “stakeholders” y conociendo también de primera mano sus reivindicaciones y expectativas. Y evaluando la posibilidad de incorporar nuevos puntos de vista que muy probablemente hagan mejor el proyecto, más robusto y perdurable.

Y, en cuarto lugar, poniendo en marcha diferentes iniciativas que muestren al territorio la firme voluntad de alcanzar consensos; es decir, pasar de las PALABRAS a los HECHOS.

¿Cuál es el riesgo de no preparar un plan de riesgo? 

El riesgo principal es evidente: que la iniciativa o el proyecto no llega nunca a ver la luz, porque el rechazo social sea demasiado grande y los promotores den marcha atrás o las instituciones responsables de otorgar los permisos no se vean con ánimo para ello. O ambas cosas a la vez.

El riesgo es que, como sociedad, no podamos hacer frente a los desafíos económicos, industriales, políticos, sociales o medioambientales que tenemos ante nosotros porque nuestra percepción del riesgo sobre realizar según qué acciones sea mayor que la potencial ganancia.

O, como se suele decir, que el árbol nos impida ver el bosque.

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