Hoy, una amiga y lectora me ha hecho llegar su reseña sobre el libro ¿Sabemos comunicar? 25 años experimentando con la comunicación que hemos escrito a cuatro manos Jordi Martínez, Susana Moreno, Silvia Ramon-Cortés y una servidora. En esta reseña, me comentaba que le había sorprendido una cuestión de género. En nuestro libro parece que utilizamos en dos ocasiones la palabra «secretaria» y eso en los tiempos que corren parece que esto no es políticamente correcto.
Y ahora viene cuando me meto en un jardín, pero yo no veo el sesgo de género por ninguna parte. Será que me hago mayor. En los más de 25 años que llevo trabajando en comunicación, se pueden contar con los dedos de la mano las personas secretarias de sexo masculino con las que he tenido que tratar. Por tanto, más que un sesgo de género estamos ante una realidad: el secretariado hoy en día es un trabajo eminentemente femenino. Un hecho que, desde mi punto de vista, no es ni bueno ni malo. Simplemente es. Y aquí es donde empiezo a hacerme preguntas.
El sesgo de género
¿Por qué se considera un sesgo sexista utilizar la forma femenina cuando nos referimos a profesiones desarrolladas tradicionalmente por mujeres? ¿Cuál es la función primigenia del lenguaje? Convertirse en una herramienta igualitaria o ser un vehículo de transmisión de la realidad? Realmente promueve la equidad hablar de personas secretarias o de las personas asistentes de dirección? Las funciones de una persona asistente a la dirección son las mismas que las de una persona secretaria? Cuando quiero hablar de una mujer que hace de secretaria como me debo referirme a ella para que no sea considerado sexista? ¿Cuál sería la manera para referirse a una persona secretaria agénero¿ ¿Y una transgénero? Estoy discriminando el colectivo de secretarias y su profesionalidad cuando hablo de secretarias? Impide la visibilización de la mujer este uso del lenguaje? …
Intentando responder a estas preguntas me he entretenido en buscar cómo se refieren a sí mismas este colectivo y he encontrado algunas cosas curiosas. La Asociacion de Asistentes para la Dirección (IMA Spain) hablan de asistentes de dirección en lenguaje igualitario en los titulares, pero los textos utilizan el femenino. La Asociación del Secretariado de Madrid también habla de secretariado, pero en la imagen principal de la web sólo vemos mujeres. Extraño, ¿verdad? Y en los textos hay un revoltijo de determinantes, ahora masculinos, ahora femeninos, ahora eufemismos genéricos … Pero lo mejor de todo es que tienen una sección que ¿sabéis cómo se llama? ¡¡¡Asociadas !!! Ay, pero aquí quizás si que podemos utilizar el femenino … ¡Qué lío! Sólo otro ejemplo, la Asociación del Secretariado de Aragón. Ellas, muy políticamente correctos también se llaman Asociación del Secretariado, pero cuando explican qué es y qué hace la Asociación aseguran: «Te ayudamos a encontrar la secretaria más adecuada a tus necesidades». Como veis, ni el mismo colectivo lo tiene claro.
¿Cambio real o apariencia de cambio?
Personalmente, estoy convencida de que el lenguaje contribuye a construir la realidad y que por ello hay que hacer uso de un lenguaje igualitario, pero al mismo tiempo considero que no hay que pasarse de frenada, no utilizarlo para disfrazar la realidad y no complicar innecesariamente los procesos de comunicación. Hoy en día, los que nos dedicamos a la comunicación tenemos que hacer malabarismos con el lenguaje para no herir ninguna susceptibilidad. El resultado a menudo son mensajes vacíos, llenos de eufemismos que no dicen las cosas como son por miedo a ser políticamente incorrectos. Pero eso no cambia la realidad. Las secretarias siguen siendo secretarias aunque las llamamos personal administrativo o asistentes de dirección y el problema de fondo, persiste. ¿Por qué determinadas profesiones tienen un sesgo por sexo, bien sea masculino o femenino? Y no sólo eso, ¿por qué este sesgo por sexo siempre es percibido como negativo? El problema es el lenguaje o son las actitudes? ¿O incluso la mirada? Está muy bien utilizar el lenguaje igualitario, pero las palabras por sí mismas no tienen ninguna carga, la carga la ponemos las personas. Y, como ya sabéis, cada maestrillo tiene su librillo.
Como mujer, lo que me gustaría es que el bosque no nos impidiera ver los árboles. Que no nos acostumbremos a utilizar un lenguaje igualitario solo porque es mucho más sencillo que actuar de manera igualitaria, porque así maquillamos la realidad y parece que somos más igualitarios, cuando en el fondo, lo único que ha cambiado son las apariencias.
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