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Glòria Serra en el podcast Parlem amb Síntesi

per | 15/03/2023 | Comunicación, General, Podcast | 0 comentarios

Glòria Serra Ramos es una experta de la comunicación. Y consigue dejarnos clavados frente a la pantalla cuando empieza a hablar introduciendo y explicando cada reportaje de Equipo de Investigación. Ya son 12 años al frente del programa, primero en Antena 3 y ahora en La Sexta, y con millones de visualizaciones en las redes. Glòria Serra ha estado en casi todas las cadenas: en Telecinco, en TVE, en Barcelona TV y en TV3. Ahora bien, sus inicios están en la radio y aún la podemos oír cada viernes en la tertulia de Jordi Basté, en El Món a Rac1.

Podéis escuchar el capítulo entero con Glòria Serra aquí [en catalán]:

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Glòria Serra es lo que podríamos denominar “una estrella de la tele”. Desde hace 12 años presenta el programa Equipo de Investigación, primero en Antena 3 y ahora en La Sexta. Antes había estado en TV3, betevé y Telecinco. También posee una dilatada trayectoria en la radio. La hemos podido escuchar en Ràdio Barcelona, Cadena SER, Ràdio Miramar, Catalunya Ràdio y en el magazín matinal en COMRàdio.

Bien, esto sencillamente quiere decir que hace muchos años que trabajo (se ríe).

Personalmente, he tenido la suerte de poder compartir una parte del camino con Glòria y puedo decir que es una profesional luchadora, tenaz, con un gran criterio y, sobre todo, con una enorme calidad humana. ¿Cuál es el secreto de tu éxito?

No te sorprenderá si te digo que es trabajar mucho. Picasso decía que la inspiración siempre lo pillaba trabajando. Mi trayectoria es sencillamente el fruto de mucha reflexión, mucho trabajo, mucha autoeducación. Mi voz, mi dicción o mi forma de dirigir programas son el resultado de la prueba y el error. Y sobre todo, fruto de la reflexión y de intentar copiar, imitar, estudiar aquellos que me gustan o los referentes que me interesan y probarlo. Probarlo mucho y con espíritu crítico para cambiar cosas.

La benevolencia contigo no existe…

Soy una perfeccionista horrible y he tenido que trabajar con perfeccionistas muy grandes. Con los años, lo he ido moderando porque la perfección no existe y las personas que somos tan perfeccionistas vivimos con una gran insatisfacción. Esto nos puede impedir disfrutar del maravilloso momento profesional o del programa que has hecho porque dices “sí, pero”. En Equipo de Investigación no se puede ver el programa conmigo porque siempre le encuentro cosas. Es horroroso y es una permanente insatisfacción. Me gusta mucho reflexionar y no me quedo nunca con lo primero que encuentro.

Doce años de un programa de televisión, Equipo de investigación, en prime time. ¿Cómo te lo explicas en un momento en qué se dice que la tele va de baja?

Imposible haber imaginado el éxito de Equipo de Investigación. Primero, porque es un programa de investigación, es decir, es información pura y dura: no hay espectáculo, no hay show. Puede tener un estilo, pero es información pura y dura. Segundo, porque se hace desde una empresa privada que ha de tener beneficios y aun así siempre ha mantenido un estándar de calidad. Puede haber programas más acertados o menos, pero no ha bajado nunca el estándar. Es un milagro. Lo explico en el hecho de haber encontrado un estilo muy propio. Creo que cuando la gente hace zapping y me oye, sabe que se trata de Equipo de Investigación y que esta marca tiene una credibilidad. También se produce un efecto –y este sí que es único y me consta que se investiga en alguna universidad– que es la capacidad de reemitirse. El problema de los programas informativos es que, una vez se han emitido, han muerto. Equipo no. Cuando se reemite, incluso aumenta la audiencia que ha tenido en el estreno. Estamos reemitiendo programas, que vamos retocando y actualizando, que tienen 6, 7 y 8 años. Esto es increíble. En televisión es increíble. Yo no conozco otro caso.

Por lo tanto, cuando te dicen que la televisión ha muerto y que los jóvenes ya no miran la tele, te lo debes de tomar con un cierto escepticismo.

No, no, son totalmente ciertos; pero tienen la misma certeza que en su momento, cuando apareció la tele, se dijo que la radio estaba muerta. ¿Qué pasó? Pues que la radio se adaptó, buscó nuevos formatos, nuevas maneras; apoyó lo que es más importante en la radio, como puede ser la inmediatez o la compañía o la reflexión. En la televisión es lo mismo. La televisión no ha muerto; ha muerto la forma en que la hemos entendido los últimos años. Hay programas que tienen más audiencia en la plataforma de Antena 3, A3 Player y A3 Player Premium, que es de pago, que en el estreno. Es decir, los contenidos televisivos no han muerto, al contrario, han aparecido operadores internaciones. Netflix es un canal de televisión que primero solo hacía ficción, pero ya ha empezado a hacer otras cosas, como reportajes. Nos ha enseñado una nueva forma de ver la tele: a la carta, cuando me apetece, no he de esperarme hasta las tres de la tarde que es cuando hacen el telediario. Es otra historia.

Mencionabas la radio y ahora también te podemos escuchar en la tertulia de RAC1.

Yo escucho la radio, a veces en directo, porque estoy en casa y la radio siempre acompaña, pero muy a menudo la escucho, como este pódcast, cuando me apetece. De hecho, hemos ganado un montón de posibilidades.

A lo largo de tu trayectoria, tanto en la radio como en la tele, seguro que has recibido muchas influencias, incluso podríamos decir presiones o intentos de presión de empresas, de administraciones o de personas. ¿Cómo valoras el rol de los directores de comunicación?

El gran problema es que no se ha profesionalizado el papel del director de comunicación, al contrario que en otros países, sobre todo anglosajones. Nuestra historia democrática es cortísima y no ha habido tiempo de entender que el director de comunicación no es un comisario político. Puede reproducir las decisiones que quiera, pero no puede ser un comisario político, que es lo que acostumbra a suceder, y es terrorífico. Cuando se llama a un periodista y se le presiona con unas formas muy poco adecuadas y con unos argumentos que no van mucho más allá de “por mis narices”, este periodista se acordará toda la vida y siempre reproducirá esa conversación. Es decir, que no solo está lanzando piedras contra sí mismo por su poca profesionalidad, sino contra la institución, el partido e incluso contra el director o presidente que representa. Es un problema de poca profesionalidad, de muy poca profesionalidad.

¿Crees que esto está extendido?

Lentamente, partidos y administraciones han entendido que no pueden seguir con este ritmo propio de otras épocas, de países de democracia corta o sencillamente de dictaduras. Es aquello de “¡Usted no sabe con quién está hablando!”. Esto disminuye la democracia, pero sobre todo disminuye la institución, el partido y la persona que él representa. Excepto Podemos, no sé si porque yo no he trabajado en el ámbito público cuando este partido ha estado en las instituciones, todos y cada uno de los partidos con representación parlamentaria de este país me han llamado y presionado de malas maneras. Algunas peor que otras. Todos, todos, todos. No hace falta que dé nombres. Todos.

¿Cómo te imaginas a un director de comunicación ideal?

En “El ala oeste de la Casa Blanca”, una de mis series favoritas, hay un episodio en el que entrevistan a C.J. Cregg, secretaria de Prensa del gabinete del presidente, y le preguntan en qué consiste su trabajo. Es todo ficción, pero este fragmento debería aislarse y ser escuchado en todos los gabinetes de comunicación de empresas. Ella dice: “Mi trabajo no es mentir a los medios, porque si me pillan he perdido la credibilidad para siempre. La próxima vez que descuelgue el teléfono para hablar con cualquier periodista me dirá ‘no, es que no te creo, porque ya me engañaste una vez’. Mi trabajo es hacer de mediador entre la actuación del presidente de los Estados Unidos, el público y el intermediario, que es el periodista. Yo he de conseguir que lo que hace el presidente brille a través de los periodistas para que llegue al público y sepa que es lo que está haciendo su gobierno”. Creo que es en la quinta o sexta temporada.

Hablas de la mentira, que siempre es la primera regla, pero parece que hoy mentir no penaliza.

En absoluto. Estaba mirando las informaciones que estuvieron reproduciendo, sobre todo por parte del Partido Popular y algunos medios de comunicación, la mentira que Europa había cortado los fondos europeos porque España incumplía sus obligaciones. Obviamente, la Comisión Europea tuvo que hacer un comunicado diciendo que esto no era cierto. Pero nadie ha rectificado, ni ha pasado nada. Hay medios de comunicación que mantienen el titular en su web. Y hay políticos que lo han difundido a través de Twitter y no han rectificado. No pasa nada.

La sensación es que estamos perdidos.

No del todo. Suceden dos cosas. La primera es que lentamente este tipo de opciones irán perdiendo credibilidad. En muchos casos, estamos hablando de grupos con una media de edad de su público muy alta. El Partido Popular, por ejemplo, tiene un problema con su votante porque tiene una edad altísima. Son personas muy mayores que, o bien no les importa tanto la mentira, puede que porque recuerden épocas pretéritas, o bien la justifiquen. La gente más joven lo tolera menos. Por otra parte, puede que porque soy muy optimista, creo en el trabajo que hacemos personas como yo y el programa en el que trabajo. Gente que nos esforzamos para que todos y cada uno de los hechos sean corroborados y ciertos y, si hay discrepancia, que aparezcan las dos opiniones discrepantes o las tres o las que sean. Este trabajo destaca y nuestra credibilidad, que al final es nuestro pan, es el que realmente hace que conectemos con el público, con el espectador.

Glòria Serra como ciudadana y como periodista, ¿dónde te informas?

Utilizo muchos medios y muy variados. Creo que es lo más sano y lo que probablemente deberíamos de hacer todos un poco: no quedarnos en un único menú, sobre todo porque en los tiempos que corren apetece mucho encontrar a alguien que diga exactamente lo que yo quiero escuchar y que me convenza de mis ideas. Esto es un error, porque uno no siempre tiene la razón en todo. Es bueno aprender a dudar. Por eso hago tanto de catacaldos. Intento leer con este espíritu crítico pensando: ¿Es verdad esto que me están diciendo? ¿Me genera alguna duda? ¿Hay algo que no me encaja con esto que me están diciendo? ¿Me está reafirmando demasiado en mis ideas? Creo que este espíritu crítico es el único que nos puede salvar de las noticias falsas. Las mentiras han existido siempre. Lo que sucede es que ahora nos llegan de una forma muy directa y nos gusta creérnoslas. Queremos que sean verdad. Entonces, lo que hago es seguir a mucha gente y muy diversa. Tengo listas hechas, sobre todo de Twitter, de gente que me resulta interesante, pero siempre me la miro con distancia porque pienso: “¡Ay! … hoy estás barriendo para casa, porque hoy aquí se te ve, que es muy normal, lo que tu verdaderamente crees”. También me ocurre cuando escribo algún artículo y siempre me sale aquello que creo y lo defiendo con más pasión. Por eso hago mucho de catacaldos. Pero el espíritu crítico es lo más importante.

¿Estás en todas las redes?

No. Sobre todo porque no tengo tiempo. Es decir, la red, ¿qué quiere de nosotros? El tiempo, que es exactamente su negocio. El negocio de las redes no es la comunicación, ni la información; el negocio somos nosotros. Quieren nuestro tiempo y nuestra información. No obstante, estoy en Twitter porque en su momento fue un imperativo del trabajo. Lo estuve estudiando bien, hice cuentas y estoy allí no solo para difundir lo que hago, sino que también dejo caer alguna opinión de vez en cuando, cuando lo considero conveniente. Ahora bien, no me lleno de ruido. Esto de opinar de todo, cada día, a todas horas, me parece muy soberbio. Creo que las opiniones tampoco son tan importantes, pero si hay algo que nos apela o dónde podemos marcar la diferencia, debemos de opinar. No estoy en Instagram ni en Facebook, que descarté de forma instintiva. Siempre me ha provocado respeto. Tampoco me he descargado TikTok, porque las redes controladas por el gobierno chino me generan muchas dudas. Sí que estoy suscrita a diversos medios de comunicación, tanto tradicionales como nuevos (en línea).

A lo largo de tu experiencia, debes de haber tenido momentos en los que has aprendido de situaciones cotidianas. ¿Recuerdas alguna que puedas compartir?

Hay algo que siempre me ha fascinado: los actos de comunicación veraces y potentes siempre han llamado mi atención. Recuerdo una película que fui a ver con mis padres cuando pudo estrenarse, porque estaba prohibida en época franquista: El gran dictador, de Charles Chaplin. Es un alegato contra el fascismo. Un fascismo que en aquel momento estaba atacando Europa. Chaplin representa un doble papel, el de zapatero judío y el de Hitler. Nunca se menciona el nombre, pero es evidente que es él. La película acaba con un alegato increíble que es un primer plano, muy corto en términos de cine, que es prácticamente la cara y los brazos de él que se está haciendo pasar por Hitler, pero no lo es, y está haciendo un alegato en contra de la guerra, en contra del fascismo. Me impactó de una forma increíble. Es larguísimo. No sucede nada más que él hablando y, aunque yo lo vi doblado al castellano, el poder de convicción de aquella cara, de una persona que está realmente creyendo en aquello que dice, es increíble. Creo que desde entonces siempre he buscado estos actos puros de convencimiento. En Equipo de Investigación me dijeron que, al ir al gran público y ser el viernes un día de entretenimiento, debemos de hacer una locución que no es la informativa, porque si no la gente no se quedará. Pensaba en cómo tenía que hacerlo. Solo sé hablar diciendo el sujeto, el verbo y el predicado. Recuerdo que fue como una revelación viendo a un grandísimo actor, Ricardo Darín, en Arte, una gran obra de teatro, y la manera cómo caminaba por el escenario, que no podía dejar de mirarlo, como te quedabas enganchado de sus palabras… Sin exagerar, sin histrionismo… Fue una revelación. Me dije: eso es lo que debo hacer. No hace falta exagerar. No hace falta hacer nada extraño. Se ha de hacer esto. Me ha costado mucho conseguirlo, porque no soy actriz y mucho menos Ricardo Darín. Pero el momento en que alguien está haciendo alguna cosa con toda su convicción, poniéndole el corazón, su credibilidad, su creencia, tiene un poder absolutamente increíble.

Para acabar, ¿algún libro que estés leyendo y que puedas compartir con las personas que nos escucharán?

Estoy releyendo, y también es un acto poderosísimo de comunicación y de convicción, Gerald Durrell, uno de mis autores predilectos. Es entomólogo, biólogo, una persona enamorada de los animales desde que era niño. De hecho, ahora hay una serie de mucho éxito llamada Los Durrell. Él empezó a escribir para ganar dinero para sus animales, para sus campañas, para crear un zoo que tiene en el estrecho entre Gran Bretaña y Francia. Pero utiliza estos libros y diríamos que destila su personalidad burlona, simpática, divertida, apasionada, enamorada de la vida, defensora, militante. Defiende un zoo de verdad, no de entretenimiento, como una forma de salvar las especies que estamos destruyendo. Y lo hace con gracia. Con arte. Es un maestro de la comunicación sin que este haya sido su objetivo. No es un falso maestro, no; se viste con su vestido de autenticidad y volverlo a leer es una pasada en cada ocasión. Ahora lo estoy releyendo y pienso: ¿cómo puede ser que, sin proponérselo, se haya convertido en un escritor tan apasionante?

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