Por desgracia, en estas últimas semanas he debido decir adiós a demasiadas personas, algunas demasiado pronto. No sé si a todo el mundo le sucede lo mismo, pero, a mí, el sentimiento de pérdida que me invade cuando muere una persona querida se me magnifica en las ceremonias de despedida, la mayoría de las cuales, ya sean civiles o religiosas, parecen dedicadas a la formalización de un mero trámite y nada más.
Hay excepciones, como en todo, y cuando te tropiezas con una, como me ha sucedido a mí, valoras aún más la importancia de saber comunicar y conectar con la audiencia, se trate del espacio que se trate y del acto que sea.
Hace pocos días asistí a un funeral que no me dejó indiferente. El oficiante, un sacerdote católico en este caso, consiguió transmitir a todos los presentes que aquella no era una ceremonia más, sino que era “la ceremonia” de la persona única y especial que estábamos despidiendo.
Seguro que deben estar pensando, como pensé yo en un primer momento, que eso fue así porque el sacerdote conocía a la familia de hace años y pudo “personalizar” la ceremonia. ¡Pues, no! El sacerdote conoció a la familia de manera directa el rato que la acompañó en el velatorio previo a la ceremonia. En este tiempo, más allá del acompañamiento tradicional y confesional, este sacerdote aplicó una herramienta básica de la comunicación: escuchar. Escuchó y supo captar la esencia de la persona fallecida y la huella que dejaba en cada uno de los miembros de la familia. Después, durante la ceremonia, nos lo supo trasladar a todos de manera absolutamente cercana, creíble y reconfortante. Con el gesto apropiado y la entonación justa, sin fingir nada y conectando con todo el mundo.
Y es que pocas cosas resultan más efectivas que saber cómo comunicar. Por lo que es bueno recordar que todos podemos aprender. Porque el buen comunicador o comunicadora no nace enseñado, sino que se hace.
Tres cosas básicas que nos pueden ayudar a ello y que se desprenden del episodio real aquí explicado:
1.- Conectaremos con el público si antes lo hemos “escuchado”. Cuando debemos afrontar un acto o una reunión o una presentación, tener información sobre quién es el público nos ayuda a definir el discurso y a escoger la mejor estrategia narrativa para transmitir el mensaje.
2.- Pensar en el “para qué”. Debemos pensar en cuál es el objetivo, qué queremos conseguir y dónde queremos conducir a nuestra audiencia.
3.- Para comunicar con éxito no se ha de fingir nada. Porque la autenticidad, la veracidad que seamos capaces de transmitir, es la clave de las buenas presentaciones.
Puede costar más o menos esfuerzo, pero es posible..
0 Comentarios