Sin lugar a duda, si hubiéramos de escoger entre las principales tendencias de la comunicación en 2023 podríamos concentrarlas en dos conceptos muy concretos:
– por un lado, la necesidad de integrar la inteligencia artificial en la elaboración de contenidos en el marco de las políticas de comunicación y, al mismo tiempo, en las relaciones con los diferentes interlocutores, acotando mucho más los criterios de segmentación,
– y por otro lado, la integración de estrategias de contenidos transmedia o multiplataforma en el día a día de las organizaciones.
Pero una cosa son las tendencias y otra muy distinta, la realidad. Personalmente, me conformaría con que solo la mitad de las empresas y organizaciones de este país tuvieran algún tipo de política de comunicación; teniendo en cuenta que, más allá del Ibex 35, son muchas las empresas – diría que la mayoría – que aún no entienden la comunicación, ni piensan en ella ni en su necesidad para diferenciarse y posicionarse mejor en un mundo hiperconectado.
Esta realidad hace que no resulte tan urgente hablar de tendencias como de conceptos esenciales. El primero de todos es quizá el gran reto de los comunicadores: conseguir dotar la comunicación corporativa de un valor económico que se pueda integrar en el balance contable de las empresas. Solo así la comunicación será vista como un activo y no como algo absolutamente complementario y superficial. Desde Síntesi, ya estamos trabajando en una fórmula que nos permita saber cuál es el valor económico de la reputación de las organizaciones y, por lo tanto, de la comunicación.
La otra gran urgencia que ayudaría a introducir políticas de comunicación en las empresas e instituciones es la de determinar cuál es el tono y el lenguaje que utilizan y cuál deberían utilizar. Es decir, si hablan claro, si las entienden o si hacen buena letra en su discurso corporativo o en su relato como organizaciones. También estamos trabajando para determinar una metodología que permita identificar el lenguaje y el tono necesarios para cada una.
De poco sirven las tendencias si están alejadas de la realidad o si solo pueden representar algún tipo de interés para unas pocas organizaciones. Probablemente, una de nuestras obligaciones como comunicadores es empezar a reducir el agujero que existe entre aquellas empresas que comunican y aquellas que no lo hacen en absoluto o que lo hacen sin ningún criterio ni estrategia. Y para ello hay que empezar a poner en valor la comunicación y, a la vez, hacerles ver la importancia que tiene que les entiendan o no.
Estos son nuestros grandes retos para 2023.
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