Por si os lo perdisteis, así presentaba hace pocos días el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, los nuevos presupuestos de su gobierno: con un vídeo-selfie en Twitter. Ubicaciones diversas, vestuario diferente, un toque informal (aunque siempre con corbata) y un guion bien trabado que se traduce en mensajes cortos y concisos. Y una intencionalidad bien marcada: dirigirse directamente a los ciudadanos y ciudadanas a través de los canales que ellos y ellas utilizan masivamente y con el tono y los recursos que usan a menudo.
Desde Síntesi, no nos cansaremos de repetir que ahora todo el mundo puede ser comunicador con las redes sociales y las novedades tecnológicas continuas. Las posibilidades son múltiples y todos —empresas y organizaciones— deberían aprovechar más y mejor estas herramientas. La política no es una excepción. Ya existen muchos ejemplos sobre cómo los políticos y las administraciones las aprovechan, pero aún no es de uso generalizado.
Las redes han permitido toda esta eclosión, pero me atrevería a decir, visto en perspectiva, que la pandemia fue la espoleta que provocó, finalmente, que Trudeau se decidiera por un vídeo-selfie para presentar los presupuestos. Ahora ya no nos acordamos, porque queda lejos, pero aún tengo presente el impacto que tuvieron, en pleno confinamiento, las conexiones en directo a través de las redes sociales de Jacinda Ardern, entonces primera ministra de Nueva Zelanda —¡sí, el tiempo pasa rápido!—, a menudo desde su casa y vestida de manera informal, incluso en pijama.
Esto es lo que a mi parecer ha cambiado con la pandemia: muchos se dieron cuenta del valor que tiene comunicar cómo lo hacen los ciudadanos normales y corrientes. Aporta sobre todo proximidad, desdibuja fronteras entre gobernantes y gobernados, permite un lenguaje más sencillo y hace posible una comunicación bidireccional en la que los ciudadanos pueden intervenir y sentirse escuchados. Esto, claro está, ha hecho saltar por los aires todos los protocolos que teníamos a la hora de hacer vídeos con políticos. Ya me entendéis: la bandera, el atril, el eslogan… Todo ha contribuido a desenvarar los discursos para tratar de mostrar a los dirigentes como gente normal que hace cosas normales.
La única pega de esta tendencia es que los políticos no son streamers ni YouTubers. Pero deben ponerse las pilas porque esto ha venido para quedarse y, seguramente, el futuro próximo nos traerá aún más cambios, como ya apunta la Inteligencia Artificial. En esta precampaña de las elecciones municipales ya hemos visto presencia en TikTok de diversos candidatos, con más o menos fortuna en su actuación.
No digo que las redes sociales deban sustituir a la comunicación tradicional, sino que son dos esferas complementarias y que se debe saber jugar bien en los dos terrenos para no perder el compás. Y tener claro que, como señala el experto en herramientas digitales Xavier Tomás, “los directos en Instagram son una forma sencilla y efectiva de conectar con la audiencia e interactuar con ella. Es como hacer un mitin en el que cada uno está en su casa”.
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