He puesto un interrogante en el título de este post con total premeditación porque pienso que resume muy bien el momento actual de los medios de comunicación en el sentido de que muchos de ellos, para intentar superar la situación de crisis en la que están inmersos, viven un verdadero calvario fruto de los múltiples compromisos alcanzados con el sector privado y con el sector público.
El modelo por el que han optado muchos medios, la mayoría de las grandes cabeceras, los grandes grupos audiovisuales y algunos de los pequeños, es el de una financiación soterrada mediante acuerdos de colaboración públicos o privados que nada tienen que ver con la publicidad.
La consecuencia inmediata de estos acuerdos es un producto informativo distorsionado, sobre el que pesa una gran losa que hace inviable publicar ciertas informaciones o hablar de según quién. O por el contrario, que obliga a los medios a hablar de según quién y a publicar determinadas informaciones sean o no sean periodísticas.
Si a esta situación le añadimos el mal momento que vive el periodismo, con redacciones llenas de desencantados, con sueldos miserables, con una alta rotación de profesionales y con condiciones absolutamente precarias, ¿cómo podemos esperar que un periodista muestre hoy algún tipo de interés por las informaciones que debe cubrir?
Y si además, aquí sumamos el papel de las redes sociales como fuente de información, cada vez con mayor protagonismo, de los medios tradicionales el resultado final es un cóctel explosivo que hace que, por un lado, tengamos unos medios de comunicación totalmente encorsetados, con un grado de dependencia excesivo de la llamada telefónica de aquella empresa o de aquella administración y, que por otro lado, tengamos informaciones con un bajo nivel de calidad, poco creíbles, nada contrastadas y que en un día pueden llegar a tener un montón de versiones diferentes.
Visto así, puede parecer dramático pero desde el punto de vista de la comunicación corporativa lo que tenemos delante es un reto enormemente interesante. A nosotros, a pesar de la contradicción de nuestro trabajo, de tener que estar al lado de los clientes, nos toca seguir defendiendo unas relaciones estrictamente profesionales con los medios y con los profesionales del periodismo, transmitiendo conocimiento y actuando con transparencia para conseguir informaciones dignas y de calidad.
Muchos pueden decir que esta es una etapa dorada por los gabinetes de comunicación porque es posible colocar cualquier información.
Se equivocan los que piensan así, el momento actual nos está llevando a una asfixia informativa y en la creencia por parte de los empresarios y de las administraciones públicas que todos los medios están en venta y si esto tuviera continuidad, nos llevaría a la desaparición de nuestro trabajo, porque esta sería fácilmente sustituible por un talonario.
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