Estamos asistiendo atónitos a la constante publicación de informaciones alertando de los efectos secundarios de la vacuna de AstraZeneca, unos mensajes en muchas ocasiones descontextualizados que han generado una alarma social que ha hecho que, en la última convocatoria hecha en Madrid para vacunarse, hayan asistido tan sólo un tercio de las personas citadas. El cóctel comunicativo es explosivo: datos reales mezclados con datos no contrastados – o directamente inventados- servidos con mensajes simples y con una gran dosis de sensacionalismo.

Titulares llamativos «a la caza del clic» han sembrado el miedo entre la población.

Como afirmaba recientemente la propia Agencia Europea del Medicamento, se trata de un miedo «irracional» ya que los beneficios de la vacuna superan ampliamente a los riesgos.

El problema es que, para contrarrestar este miedo, hay que dirigirse a la población en términos sencillos, claros y directos, los mismos que se han utilizado para asustarnos.

Es decir, si más de 9 millones de personas en el mundo han sido vacunadas con AstraZeneca, y de éstos, 44 personas han sufrido una trombosis y 14 han muerto, la posibilidad de morir por la vacuna de AstraZeneca es de un 0,0001%.

Claramente, la posibilidad de morir por Covid es muy superior a esta cifra, pero el daño ya está hecho. ¿Cómo se ha llegado hasta aquí?

Primeramente, porque la estrategia de comunicación de riesgo de la propia EMA y, de rebote, de la Unión Europea ha sido nefasta, con constantes cambios de timón e incoherencias que han transmitido a los ciudadanos europeos una sensación de desgobierno e improvisación.

En segundo lugar, por la constante politización y uso partidista y propagandístico de la pandemia por parte de los partidos políticos, que están en constante campaña electoral. Ha quedado claro que la salud de los ciudadanos les importa bien poco y que no tienen ningún escrúpulo en sembrar el miedo y la confusión si esto les sirve para hacer daño al adversario.A toda costa, muera quien muera.

En tercer lugar, la falta de un plan de comunicación de riesgo – y de crisis – de la propia AsraZeneca, así como su falta de transparencia respecto a la eficacia real de la vacuna y los posibles efectos adversos. Porque, en todo este contexto tan convulso, ¿alguien ha oído la opinión de la propia compañía al respecto?

En plena crisis de las vacunas, AstraZeneca en España ha cambiado de Director de Asuntos Corporativos, área que engloba la comunicación … quizás ahora, la compañía que ha invertido millones de libras en desarrollar la vacuna, ponga más atención en su estrategia de comunicación. Al fin y al cabo, a pesar de ser sólo una cuestión de percepciones, un miedo “irracional” como lo llaman los científicos, esta mala gestión comunicativa puede hacer tambalear todo el proyecto.

¿Algún día aprenderemos a valorar la comunicación de riesgo?