La sociedad actual ha experimentado muchos cambios y, si tuviéramos que obtener un perfil genérico, podríamos decir que todos somos más militantes, más comprometidos, más exigentes pero también más intolerables, más desconfiados y más fácilmente manipulables. Y todo ello se traduce en un incremento de la cultura del no ante todo lo que proviene de administraciones o grandes corporaciones. Una cultura que evoluciona hacia formatos complejos ya la vez demagógicos, consiguiendo su máxima expresión en el concepto: Sí, pero aquí NO. Un concepto que se ha convertido en habitual para decir que estamos de acuerdo pero no lo queremos en casa y que suele acompañarse de otra frase: queremos otro modelo.
Gestionar o combatir esta cultura del negacionismo no resulta fácil ni para las administraciones públicas ni para las empresas privadas. Y más aún teniendo en cuenta que el no a todo acaba teniendo repercusiones políticas claras. En el sentido de que las instituciones públicas tienen una tendencia innata a alinearse con los eslóganes de las pancartas, pensando erróneamente que son votos que irán a parar a su saco.
Los riesgos de la desinformación
La única forma de hacer frente a esta realidad es conseguir que todos los interlocutores implicados tengan la suficiente información como para tomar decisiones o posicionamientos racionales. Precisamente, es la desinformación y el desconocimiento lo que alimenta la cultura del no: demagogia, rumores, manipulaciones.
Éste comienza a ser un problema global que afecta a servicios, infraestructuras e, incluso, campañas de vacunación. Sorprende ver cómo aumenta la tendencia a aceptar o a normalizar posicionamientos y actitudes que deberían ser rechazadas en beneficio del interés general. Las corporaciones no pueden quedarse de brazos cruzados ante una realidad que ya afecta a múltiples sectores que ya tienen que lidiar con el obstáculo de su baja credibilidad.
La comunicación puede ser clave para resolver esta realidad. Por un lado, una buena comunicación implica conocimiento, el conocimiento implica confianza y la confianza implica credibilidad. Solo nos queda llegar a todo el universo de personas implicadas en cada situación.
Comunicación contra demagogia
Comunicar bien y generar el conocimiento adecuado puede ser el antídoto para hacer frente a la cultura del no y a la demagogia que a menudo esta cultura lleva asociada, pero antes debemos perder el miedo a dirigirnos y a gestionar aquellos públicos que podemos considerar por naturaleza conflictivos, relacionándonos de forma permanente, informándoles constantemente, y sobre todo escuchándolos activamente. Y, si al final tampoco funciona, al menos tendremos la conciencia tranquila de saber que hemos hecho lo necesario.
No hacer nada implica dar por buena la cultura del no y la cultura del no significa paralización de proyectos y procesos, muchas veces estratégicos, y no avanzar. Quizás ha llegado la hora de decidir qué queremos.
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