A las dificultades actuales para gestionar la comunicación de las organizaciones hay que añadir una nueva realidad, la propia crisis del periodismo. Por un lado, el periodismo perdiendo relevancia, influencia y notoriedad y se está diluyendo. Y, por otro lado, su función como transmisor de la realidad y como verdadero intermediario entre las empresas e instituciones y entre estas y la sociedad está cuestionada.
El periodismo actual se ha dejado arrastrar mayoritariamente por tendencias y modelos de actividad que ponen en riesgo muy seriamente su futuro. Así, la nueva realidad del periodismo incluye problemas como:
- Las redes sociales se han convertido en una fuente de información para los periodistas, sin tener en cuenta ni su veracidad ni su fiabilidad.
- El periodismo intenta difundir contenidos con la misma velocidad que los difunde la sociedad y ello conlleva que la información, en la mayoría de ocasiones, ya no se verifica, se difunde.
- En los últimos años se ha consolidado la tendencia a utilizar a cualquiera como fuente de información, sin tener en cuenta su conocimiento, su credibilidad o su representatividad. El ciudadano anónimo ha terminado por sustituir a las fuentes oficiales.
- Se han inventado eufemismos para no tener que reconocer los déficits de la profesión. Se están normalizando expresiones como posverdad o fake news en un intento de no reconocer que la filtración y difusión de noticias falsas en los medios de comunicación es un problema exclusivo de los propios medios de comunicación
- Los modelos de financiación actuales de muchos medios de comunicación obliga a la generación de contenidos informativos al servicio de los clientes y no de los lectores y ello deriva al mismo tiempo en una clara perdida de independencia.
- La precarización del trabajo del periodista conlleva falta de interés y falta de calidad.
- Las técnicas de posicionamiento de contenidos en el ámbito digital y la utilización de sistemas robotizados para su elaboración conlleva la pérdida de cualquier criterio y ética en la elaboración de esos contenidos informativos.
- La necesidad de sobresalir ante el resto de medios de comunicación e incluso de redes sociales, obliga al periodista a desvirtuar contenidos informativos hasta el punto de modificarlos totalmente para ser más atractivos, independientemente de si dejan de ser fieles a la verdad o no. Proliferan los titulares sin vínculos con la información que contienen las noticias.
- Se está consolidando el criterio de confundir periodismo de investigación con la simple difusión de dosieres anónimos, prescindiendo del concepto de interés de quién los filtra y de si son veraces o no.
- Persiste la falta total de autocritica en la profesión y siguen abundando la defensa corporativa ante esas nuevas realidades.
Es evidente que esos modelos periodísticos tienen poco que ver con la ética y la profesionalidad que debería caracterizar al periodismo y, en cambio, están ocasionado un daño irreparable a la misma. Quizás sería más fácil empezar a hablar de posperiodismo para definir esa nueva situación, donde el periodismo se ha visto claramente desbordado por los nuevos hábitos y tendencias que muy probablemente van acabar hundiendo muchos medios de comunicación.
Ello no significa que después de ese posperiodismo nazca un nuevo periodismo que recupere parte de los atributos innatos de la profesión. Esperemos que así sea.
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