En el diccionario de la RAE encontramos hasta once acepciones diferentes de la palabra ‘comunicar’. Si buscamos ‘comunicación’, se reducen a nueve. Y de estas nueve, hay una que me interesa en particular: «Transmisión de señales mediante un código común al emisor y al receptor».
Aunque en la actualidad la mayoría interpreta que ese código es la escritura o el habla, en los albores de la humanidad la comunicación era no verbal… Una comunicación que se ha mantenido y ha ido evolucionando hasta nuestros días. Sin embargo, no le damos la consideración y el valor que merece al hecho de que todo lo que hacemos, no sólo lo que decimos o escribimos, también implica comunicación.
En los años 60, el psicólogo Albert Mehrabian estableció la hipótesis de que el efecto emocional de un discurso solo dependía en un 7% de su contenido, en un 55% del lenguaje corporal y en un 38% de la voz. Es decir, el mensaje no cala en nuestro interlocutor y oyente principalmente por lo que estamos diciendo sino por cómo lo estamos diciendo; y esto me remite a una frase, ampliamente conocida, del austríaco Peter Drucker, considerado el padre del management moderno: «Lo más importante en comunicación es escuchar lo que no se dice».
Muchas veces lo que no se dice, dice más que aquello que se pronuncia, escribe o plasma en cualquier soporte. Un gesto, una pausa, un silencio, una postura, una mirada… envían una serie de señales que son interpretadas por quienes están con nosotros. Están cargadas de significado y transmiten mucho. Y es por eso por lo que, con toda probabilidad, la comunicación no verbal es con la que más podemos aprender sobre nuestro interlocutor.
Es algo que de manera inconsciente todos hemos ido aprendiendo a lo largo de nuestra vida. ¿A cuántos de nosotros, cuando éramos pequeños, una sola mirada de nuestro padre o nuestra madre nos indicaba que teníamos que parar de hacer lo que estuviéramos haciendo porque no gustaba o no estaba bien? ¿Cuántas veces te lo has dicho todo con un amigo o con tu pareja sin palabras, con un gesto, una expresión facial o una mirada? En mi carrera profesional, por ejemplo, cuando hacía una entrevista, por la actitud del entrevistado, el tono de sus respuestas, su postura, sus miradas y sus silencios sabía si le sacaría jugo o acabaría siendo una entrevista del montón.
Y ¿por qué es tan importante la comunicación no verbal? Porque, como comunicadores, debemos tener muy claras las necesidades de nuestro interlocutor, y el lenguaje no verbal nos permite conocer y saber más del otro. Eso nos ayudará a ajustar nuestras propuestas y mensajes al máximo, con lo que las probabilidades de éxito aumentarán. Porque la mayoría de las personas estamos más dispuestas a confiar en nuestro interlocutor si el mensaje hablado y el no verbal coinciden, y, por el contrario, si las palabras y las señales no verbales no coinciden, dudamos enseguida de la fiabilidad o competencia del otro.
¡Tengámoslo en cuenta!
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