¿Hasta qué punto el lenguaje condiciona la percepción de la realidad? ¿Puede llegar a cambiarla? En una época de fake news –o de mentiras descaradas–, ¿debemos preocuparnos por matices léxicos?
La lingüista Carme Junyent, detractora militante de formulaciones artificiosas del lenguaje inclusivo, defendía que las transformaciones sociales reales solo son posibles a través de cambios profundos en la sociedad. “Cambiemos el mundo y cambiará la lengua”, afirmaba con rotundidad.
Durante la presentación de la publicación Som dones, som lingüistes, som moltes i diem prou (Eumo Editorial, 2021), obra que coordinó y que reúne las reflexiones de 70 mujeres lingüistas sobre el lenguaje inclusivo, subrayaba: “Yo siempre pido que me den algún ejemplo en el que cambiando la lengua haya cambiado el mundo. No hay ninguno. Lo que la lengua hace siempre es adaptarse a los cambios”.
Pero, ¿qué sucede cuando hemos de describir una nueva realidad? Escoger unas palabras u otras, ¿puede condicionar su percepción? En su libro Merchants of Doubt (Bloomsbury Publishing, 2010), la investigadora Naomi Oreskes, historiadora de la ciencia, explica como durante la Administración de George W. Bush (el hijo) se promovió el concepto de “cambio climático” en lugar del que se había estado usando hasta entonces: “calentamiento global”.
El estratega republicano Frank Luntz había sugerido este cambio. Su intención era que el fenómeno pareciera menos alarmante, ya que “cambio climático” suena más neutro y menos vinculado a una crisis provocada por la acción humana. Diversos focus groups constataban que “cambio climático” resultaba menos “aterrador” que “calentamiento global”.
Y parece que funcionó. Según un estudio de la Universidad de Michigan de 2014, las personas que escuchan el término “calentamiento global” tienden a percibir la crisis como un problema más grave que aquellas que escuchan “cambio climático”. Esta diferencia de percepción, inducida por el lenguaje, puede tener consecuencias directas en la manera cómo la sociedad y los políticos reaccionan ante el problema.
The Guardian fue uno de los primeros medios que, hace ahora cinco años, cambió su libro de estilo para empezar a hablar de emergencia climática, entre otros cambios de vocabulario que van en la misma línea.
Así, ¿debemos preocuparnos de las sutilezas del lenguaje? ¿Son matices inofensivos o herramientas poderosas para modelar la percepción colectiva?
En una época marcada por la desinformación, en la que las fake news no solo esconden la verdad, sino que manipulan las emociones, elegir las palabras importa. El lenguaje puede modelar percepciones e influir en decisiones políticas y acciones colectivas.
Las palabras con las que describimos la realidad pueden influir en cómo la entendemos y en la actitud que adoptamos. Esto no significa que el lenguaje sea la única clave para transformar el mundo, pero tampoco es un actor pasivo: se adapta a los cambios, sí, pero también ayuda a consolidarlos o a resistirlos.
El lenguaje claro
Aquí, en un ejemplo cercano sobre la importancia de escoger las palabras, la catedrática de Lengua Española Estrella Montolio lleva años reivindicando el uso de un lenguaje más comprensible, especialmente desde la Administración. En 2022 promovió el Manifiesto Archiletras, que aboga por el uso de un lenguaje claro y accesible en las comunicaciones de la Administración Pública.
Por ejemplo, podemos decir: «Se comunica al destinatario que, conforme a la legislación vigente, deberá presentar la documentación requerida en el plazo improrrogable de 15 días hàbiles desde la recepción de la presente notificación, con la advertencia de que, en caso de incumplimiento, se procederá a la resolución desfavorable del expediente”. O bien: «Necesitamos que nos envíes la documentación que falta antes de 15 días hábiles. Si no la recibimos a tiempo, deberemos cerrar el expediente sin aprobarlo”.
Un lenguaje más claro puede contribuir a la transformación de la Administración, haciéndola más cercana –y por lo tanto más confiable– por parte de la ciudadanía.
El lenguaje por sí solo no puede cambiar el mundo, pero refleja y refuerza los valores y las prioridades de cada época. Ser conscientes de cómo las palabras modelan la realidad es una forma de defendernos de la manipulación y de contribuir a construir una sociedad más informada y responsable. El lenguaje no es solo una herramienta para describir la realidad; también es un espejo y, a veces, un motor del cambio.
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