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RSC, ¿verdadera o falsa?

per | 26/05/2020 | RSC | 0 comentarios

Las Naciones Unidas sitúan el origen de la RSC en los Estados Unidos al final de la década de los 50 y principios de la de los 60 del siglo pasado, a raíz de la Guerra de Vietnam y otros conflictos mundiales, como el apartheid. Los ciudadanos empezaron a creer entonces que, a través de su trabajo en determinadas empresas o comprando algunos productos, colaboraban con el mantenimiento de determinados regímenes políticos o con ciertas prácticas políticas o económicas éticamente censurables y tomaron conciencia de que con su acción podían ayudar o combatir, aquellas prácticas.

Desde entonces ha llovido mucho y la responsabilidad social de las organizaciones se ha convertido en algo inherente a su actividad, hasta el punto que ya no parece razonable encontrar una organización que no disponga de su correspondiente memoria de RSC. Pero las interpretaciones del compromiso social de las empresas no siempre se corresponden a una verdadera cultura social. En este sentido, la mayoría de organizaciones se han colgado la etiqueta de socialmente responsables de acuerdo con políticas de relación con el entorno, pensadas para figurar o influir, o acceder a determinados interlocutores y no tanto como verdadera filosofía del compromiso.

Un modelo caduco

La sociedad ha permitido este uso frívolo de la RSC y ha llegado a aplaudir su práctica, tolerando que una empresa colaboradora con su entorno fuera considerada una empresa socialmente responsable. Esto ha generado que a lo largo de los años la mayoría de organizaciones hayan adoptado políticas de RSC muy lejanas de su actividad. Todo ha sido válido, desde los simples patrocinios a colaboraciones con cualquier entidad con la etiqueta de sin ánimo de lucro. Lo importante no era el compromiso o la cultura social, era poder decir a finales de año, que se había colaborado con infinidad de iniciativas.

A principios del siglo XXI ya fueron muchas las organizaciones que hicieron intuir que aquellas políticas tradicionales de RSC tenían poca o ninguna incidencia en la licencia social necesaria para llevar a cabo sus respectivas actividades. Sectores como la banca, las infraestructuras o los servicios, veían como crecían y se ampliaban los movimientos opositores y las percepciones contrarias a pesar destinar infinidad de recursos a sus políticas sociales.

Hacia un nuevo modelo

La ciudadanía ha evolucionado, es más exigente, menos tolerante y más comprometida y todo lo que no encaja en la filosofía que avala sus hábitos de conducta es rechazado sistemáticamente. Hoy, como personas, esperamos que las empresas estén socialmente comprometidas en sus ámbitos de actividad y no de cualquier manera. Que los productos que producen sean responsables y éticos, que los servicios que ofrecen tengan en cuenta a los menos desfavorecidos y las problemáticas sociales que hay en su entorno. Términos como la lucha contra la pobreza energética, el fin de los desahucios, el compromiso medioambiental o el trabajo ético …, configuran la base de la nueva política de responsabilidad social que se espera de las organizaciones.

Hoy, conformarse con coleccionar patrocinios destinados a poder figurar en el entorno empieza a tener valor 0 en la aceptación y la valoración social. Sería tanto como etiquetar esta RSC como falsa. Mientras que el valor añadido radica en saber encontrar el sentido y el compromiso social en cada una de las actividades que desarrollamos. La capacidad de asociar las políticas sociales de las empresas a su core business es lo que permitirá que unas organizaciones sean capaces de seguir operando y otros no. Ahora lo que toca es preguntarnos en qué RSC está instalada nuestra empresa.

 

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