Vladímir Putin nos ha dado un gran ejemplo de lo que suele suponer para muchos la zona de confort en la gestión de la reputación. Su popularidad había descendido a niveles del 30 por ciento y la solución fue, cómo no, modificar los criterios de las encuestas estales para que la popularidad diera otro resultado, en una sola noche Putin paso del 30 a más del 70 por ciento de popularidad y se quedó satisfecho.
Puede parecer un chiste pero no lo es y en ningún caso está lejos de lo que pasa diariamente en la gestión de la reputación de las organizaciones. Se financian medios de comunicación para conseguir un clipping favorable o se pagan ránquins de reputación para salir entre las empresas con mejor valoración por parte de los ciudadanos. Como Putin, aquellas empresas que han optado por quedarse en su zona de confort dentro de la gestión de su comunicación y de su reputación, han terminado, mayoritariamente, por hacerse trampas al solitario.
El ciudadano ahora tiene el poder
Para Putin era mucho más difícil entender las nuevas demandas de la población rusa y dar respuestas adecuadas, con decisiones y acciones en beneficio de los ciudadanos. Para muchas empresas, organizaciones o instituciones, es mucho más difícil entender las nuevas exigencias de sus públicos, explicarse mejor, avanzarse, comprometerse, comunicar de manera clara, pro activa, relacionándose directamente con sus públicos. Las empresas no han entendido que en la nueva comunicación es el ciudadano quién tiene el poder sobre la reputación y los medios y la credibilidad para hundirla y ello requiere un doble esfuerzo. Por un lado, convencerlo realmente de los beneficios o de la utilidad de nuestros productos, acciones o servicios y por otro, hacerlo participe de nuestra actividad.
Para ello deberemos conseguir algo que para muchos dircom sigue siendo una utopía, una cultura común en las organizaciones en lo que se refiere a identidad y comunicación. Pero aún debemos ir más allá, generando contenidos de interés, de valor añadido, comprometidos, explicados por personas, sin intermediarios, implicando a todos los que forman parte de las organizaciones, comunicando lo mismo…..Y claro, eso no es fácil. Mientras, seguirán siendo mayoría aquellos que están convencidos que un resumen de prensa favorable es el mejor síntoma de una buena comunicación corporativa, sin darse cuenta que la sociedad tiene herramientas, credibilidad y fuerza para borrar en muy poco tiempo la reputación de sus organizaciones.
Probablemente, Putin dormirá feliz en el Kremlin viendo el espectacular aumento que su reputación ha sufrido en pocas horas, aunque sepa que la suya es una reputación artificial, pagada, cocinada y que solo el mismo se va a creer. La nueva comunicación implica un camino de dificultades, donde las empresas y las organizaciones se convierten en los débiles, por la falta de capacidad de reacción y de credibilidad, pero pueden remontar, pueden recuperar su papel siempre y cuando no se queden en su zona de confort. O Putin o buena comunicación.
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