La inteligencia artificial ya hace tiempo que está presente en nuestras vidas. A veces la usamos conscientemente —cuando pedimos algo a un asistente de voz, por ejemplo— y en otras ocasiones casi hace el trabajo discretamente —como cuando nos recomienda contenidos en Spotify o Netflix o cuando compramos un billete de avión.
Precisamente, hace pocos días me encontraba a punto de tomar un vuelo hacia Santiago de Compostela, con una aerolínea de bajo coste, cuando recibí una notificación push en la app. Me invitaba a mirar un vídeo con información actualizada sobre mi vuelo.
Cuando hice clic en el enlace, un avatar generado con IA, con voz clara y tono sereno, me informaba de que, a causa de fuertes tormentas eléctricas, mi vuelo podría sufrir afectaciones. Aún así, me transmitía tranquilidad asegurando que la compañía ya estaba trabajando para minimizar los posibles efectos y que encontraría toda la información actualizada en la página web.
La sorpresa no era el mensaje, sino la forma
Como usuaria, agradecí la información —hasta entonces, nunca ninguna aerolínea me había informado de nada que no fuera la propia operativa del vuelo. Como comunicadora, pensé: ¡Qué buena manera de aprovechar la IA para comunicar más y mejor!
El vídeo no se limitaba a transmitir una incidencia, sino que la anticipaba, la contextualizaba y la adaptaba a mi situación. Con herramientas que hasta hace muy poco nos parecían lejanas, conseguía ofrecer una comunicación clara, cercana y proactiva, muy efectiva.
Esta experiencia me confirmó que la IA no es solo una herramienta para generar más contenido, más rápido y a menor coste. Es una oportunidad para replantearnos cómo comunicar mejor. Cómo adaptar los formatos al contexto. Cómo mejorar la experiencia informativa de las personas.
No se trata de dejar de hacer textos o notas de prensa, sino de incorporar formatos que sumen: vídeos breves, interactivos, personalizados, multilingües… que pueden informar mejor, hacerse entender mejor o, incluso, conectar mejor emocionalmente.
Todo esto, sin perder la mirada estratégica ni el criterio comunicativo. Porqué detrás de cada pieza generada, debe haber alguien que piense para quién, para qué y con qué tono.
La IA no ha venido a sustituir a los profesionales de la comunicación, como alguien podría pensar. Ha venido a sacudirnos e invitarnos a poner aún más focos en aquello que realmente aporta valor: escuchar, interpretar, decidir, afinar y conectar.
Puede que el próximo mensaje que una empresa o institución haga llegar sea una pieza creada con inteligencia artificial. De entrada, puede llamar la atención o generar dudas, pero si está bien pensada —con criterio y teniendo en cuenta el público— puede resultar un buen instrumento para comunicar mejor y generar confianza.
Y si es así, quizás estas nuevas formas de comunicar no solo han venido para quedarse. Han venido para mejorar.
¡Feliz verano!
0 Comentarios