A lo largo del serial de estas últimas semanas protagonizado por el hasta ahora presidente de la Federación Española de Fútbol han surgido un montón de comentarios y voces distintas analizando la comunicación de Luis Rubiales, como si los hechos ocurridos y la actitud de este señor fueran un problema de comunicación o tuvieran a ver con la comunicación. Demasiado a menudo pasa que, cuando sucede cualquier hecho disruptivo o cualquier cosa no funciona, sus responsables lo atribuyen a que la comunicación no ha funcionado, que no se han sabido explicar o que, en el fondo, el problema era de comunicación.
La grosería, las malas maneras, la manca de educación, la falta de cultura, el poco respeto y las formas poco pulidas no son, ni serán nunca, un problema de comunicación. Si un directivo o un alto responsable de empresa es un zoquete, el problema es él y no quién gestiona la reputación de su organización. Y que ahora tampoco salgan los expertos queriendo analizar la crisis de la Federación porque, de nuevo, la única crisis del fútbol es su falta de cultura.
Un buen amigo y gran experto en comunicación siempre dice que no ha entendido nunca porqué, cuando en una empresa ocurre un accidente, se pide a comunicación que lo intente minimizar, cuando el problema es el accidente, las medidas de seguridad o la mala gestión. Pero el foco siempre recae en la comunicación.
Ninguna estrategia de comunicación podría salvar al señor Rubiales de las llamas del rechazo social, ni podría minimizar su actitud. Entre otras cosas, porque no es capaz de entender que la cuestión no es solo el beso sino una manera nefasta y generalizada de comportarse.
El fútbol probablemente algún día necesitará políticas y estrategias de comunicación para mejorar su reputación, siempre y cuando haya un compromiso firme de cambio y de hacer las cosas de otra forma. Pero antes tienen mucho trabajo de limpieza.
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