Estaremos de acuerdo en que la comunicación es un hecho vital que se da las 24 horas del día, todos los días de la semana y por parte de todos, y en que a menudo focalizamos la comunicación en las herramientas y los contenidos que como organización tenemos para comunicar, pero nos olvidamos de las personas. Y las personas, en cualquier organización, son sus principales comunicadores y comunicadoras. La aportación de los CEO a la reputación de la marca implica un porcentaje relevante, sin duda alguna, pero, al fin y al cabo, las empresas no son lo que dicen ser, sino que son lo que son las personas que las conforman.
Es por ello que las actitudes de los máximos representantes de una organización para con su personal dicen mucho de ella. Así, un jefe o una jefa prepotente, con poco tacto o distante nos estará indicando una empresa poco empática y poco atenta a todo aquello que sucede a su alrededor. Imaginemos por un momento una empresa en la que el máximo responsable se pasea por las oficinas sin mirar a nadie, sin dirigirse a nadie, sin hablar con nadie, y, por el contrario, pensemos en un CEO de una multinacional que llega tarde a una convención de su compañía y que, pese a llegar tarde, va parándose aquí y allí para preguntar a las personas con las que se cruza cómo están, para interesarse por el trabajo que realizan, para saber cómo se llaman. ¿Qué comunica cada uno? ¿Qué empresa transmiten y proyectan cada uno?
La importancia de un “qué tal” es más relevante de lo que nos pueda parecer. Un simple “qué tal” transmite empatía, cercanía, ganas de saber, curiosidad, proximidad, y en cambio un silencio, una falta de relaciones, de diálogo, transmiten todo lo contrario. La responsabilidad de los CEO no solo recae en las cuentas de explotación y los resultados de las empresas. Estos, cada vez más irán ligados a la identidad que se comunica y cómo se comunica, a aquello que llaman intangibles.
Recuerdo a un empresario que acudía al trabajo con un Seat Ibiza, pero todos los trabajadores de esa empresa sabían que los fines de semana aquel CEO circulaba por la ciudad con un Porsche. La comunicación no se puede esconder ni falsear, porque todo se acaba sabiendo y no podemos hacer ver que transmitimos buenas cualidades cuando practicamos malas formas.
Aquellos empresarios que ejercen su poder y su liderazgo a gritos, menospreciando a la gente, considerándose superiores, ignorando a las personas o maltratando a sus trabajadores, deberían de pensárselo dos veces. Más pronto que tarde sus clientes percibirán estas maneras de hacer y entenderán que se trata de organizaciones basadas en la explotación y no en la colaboración, en la fuerza y no en el trabajo de equipo, en el miedo y no en la ilusión. ¡Tan fácil que resulta preguntar a la gente de tu equipo cómo está y cómo se encuentra! Por cierto, ¿qué tal vosotros?
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