Aún recuerdo cuando en una reunión intercambiábamos miraditas socarronas y puntapiés bajo la mesa cuando los publicistas, creativos o compañeros de márquetin usaban alguna de esas palabras que interpretábamos que eran para hacerse los importantes y defender campañas creativas con suficiente autoridad y dosis de modernez: que si debemos hacer un buen “briefing”; que si necesitamos un “rebranding”; que si debemos concoer cuáles son nuestros “insights” o si no podemos vivir sin un buen “storytelling” que se traslade a todos los “copys”; que si debemos tener muy claro cuáles son nuestros “targets” para poder adaptar el “claim” de campaña y obtener un buen “engagement”… Las apuntábamos en libretas y hacíamos apuestas de si superaríamos las 10 en 2 minutos o nos regalarían alguna nueva palabra para la colección.
Era obvio que antes o después los anglicismos acabarían invadiendo todo nuestro universo de lenguaje comunicativo y periodístico. Así que ahora lo que resulta extraño es que en nuestro marco mental no aparezcan las palabras que antes he citado y muchas otras. No sé si ha sido solo por influencia de las redes sociales, por los nombres de las herramientas que usamos para hacer reuniones en línea, tipo “teams”, “zoom” o “facetime” diversos, pero lo cierto es que ya llenamos nuestro día a día con “brainstormings”, reuniones de “kick off”, necesidades de hacer “retrotimings”, de fijar los principales “deadlines”, documentos de “Q&A”, “clippings”, “media kits” u otros conceptos, como los “posts”, los “prompts”, los “podcasts” o los “hashtags”.
La Real Academia de la Lengua hizo una divertida e ingeniosa campaña de publicidad para concienciar sobre este uso de los anglicismos, con el título “Lengua madre solo hay una” y también hay iniciativas como la del blog de Visión Lingüística, donde se van recogiendo anglicismos innecesarios y su equivalente en castellano. O campañas que también ha hecho la Generalitat, desde Termcat y otros, para encontrar equivalentes al catalán de anglicismos empresariales, por ejemplo.
Por lo tanto, no es necesario hacer en este artículo una recopilación de anglicismos y equivalencias en catalán y en castellano porque la encontraréis en todos los sitios. Y también tengo claro que no todo se puede traducir; que hay palabras que han venido para quedarse, y que esto puede estar incluso bien y enriquecernos. Pero, ¿tantas? ¿Todas estas? Sería necesario parar un momento y preguntarnos si aquel anglicismo realmente nos hace falta… o si solo nos hace sentirnos importantes, lo bastante modernos y con suficiente conocimiento de lo que se lleva.
¿Y por qué no está bien usar tantos anglicismos? Seguro que los lingüistas nos hablarían del empobrecimiento del vocabulario, de la pérdida de las lenguas propias, de la necesidad de frenar la invasión de las más fuertes, etcétera. Comulgo con todos los argumentos. Añado que el principal objetivo de cualquier comunicación es que nos entiendan. Y a menudo, cuando empezamos con estas palabrejas modernas, hay personas que a nuestro alrededor intercambian miradas socarronas y puntapiés silenciosos bajo la mesa.
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