Aunque no lo parezca, la gastronomía puede enseñar muchas cosas a la comunicación corporativa. La gastronomía de alto nivel, ya sea de una, dos o tres estrellas Michelin, de manera particular.
En mi recorrido a lo largo de los años por algunos restaurantes de estos ámbitos he aprendido algunas cosas que después he aplicado al mundo de la comunicación. La disciplina, por ejemplo. En un restaurante de esta categoría nadie hace nada que no esté predeterminado y decidido y, por lo tanto, todo el mundo está dentro de su papel y del relato, sin salirse del guion. No hay fuentes de información dispersas y descoordinadas, ni portavoces que aparecen por generación espontánea. Todos tienen su rol interiorizado y sabido al milímetro.
La segunda cosa que he aprendido es la imagen, la presentación. Cada plato está diseñado también al milímetro y cada contenido ocupa su espacio. No hay correos con tipos de letra diferente, ni comunicaciones que no parecen de la misma compañía. La imagen es cuidada al detalle y no se deja nada a la improvisación.
La atención, otro aprendizaje. El cliente es el centro de todo y, a su alrededor, quién le corresponde del equipo está absolutamente pendiente de cualquier gesto o cosa que éste diga o pueda pedir. En comunicación lo traduciríamos como la escucha permanente, la atención constante a nuestros públicos y a nuestro entorno para saber en todo momento qué esperan de nosotros.
Y el mensaje. Cómo se transmite cada plato, cómo se explica para que el cliente perciba el esfuerzo que hay detrás, la creación, la mezcla de ingredientes y de sabores y gustos. Es un mensaje elaborado, estudiado, pensado, preparado, que ha pasado diferentes filtros hasta consolidarse. El personal de sala, camareros y camareras, han aprendido el mensaje punto por punto y saben cómo transmitirlo, sin distorsiones, con lenguaje claro.
En la mayoría de restaurantes de estrellas Michelin tienes la sensación de que hay una orquesta afinada, que nada desentona ni nada chirría, y de que existe un proceso de estudio, de creación y de aprendizaje y, sobre todo, que hay sensibilidad, emoción en todo lo que se hace. Solo cabe pensar en una comunicación sensible, emotiva, respetuosa con los demás.
De vez en cuando, los dircoms deberían pasar por restaurantes de estrellas Michelin. Para aprender de los Roca, de los Paco Pérez, de los Xatruc, Castro, Casañas, Berasategui, Subijana, Arzak, de Fina Puigdevall, de Ruscalleda o de Martina Puigvert… Gracias por la gran lección de comunicación que nos dan cada día.
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