Acabo de leer los resultados de la edición de 2025 del Edelman Trust Barometer y debo decir que me han impactado. De hecho, esto sucede cada vez que lo consulto, especialmente por la preocupación que me generan los datos relativos al incremento de la desinformación y al deterioro de la confianza en periodistas, medios y fuentes.
Los datos generales de este barómetro que examina el estado de la confianza global en gobiernos, empresas, medios de comunicación y también ONG hablan de una “crisis de confianza generalizada” en el mundo. Una crisis generalizada por la “percepción” de falta de respuestas para abordar las necesidades de las personas, sobre todo por lo que refiere a cuestiones como la desigualdad económica, el cambio climático y el acceso a la información veraz.
En relación con este último aspecto, el del acceso a la información veraz, el barómetro destaca que un 63 % de las personas que han participado afirman que cada vez es más difícil discernir si las noticias son verdad o si se trata de fake news.
Pero, por otra parte, y relacionado aún con la información, el barómetro recoge un nuevo dato que me ha dejado en shock: 4 de cada 10 personas encuestadas están a favor de una o más acciones de activismo social para provocar cambios en la sociedad y entre estas acciones, además de amenazas a personas y daños contra propiedades públicas y privadas, incluyen la difusión intencionada de desinformación para conseguirlo.
La desinformación, proceda de donde proceda, es un riesgo creciente. Y es jugar sucio. Porque la desinformación alimenta la demagogia, rumores y manipulaciones y, claro está, la desconfianza.
La comunicación, la buena comunicación es clave para hacerle frente. Una comunicación adaptada a las personas y contando con nuestras personas, clara, coherente con lo que uno es y representa, de largo recorrido y no de hoy para mañana, sólida, objetiva, multicanal y transparente.
Como siempre dice Jordi Martínez, que hace 30 años fundó Síntesi para contribuir a hacer entender esto: “Una buena comunicación implica conocimiento, el conocimiento implica confianza y la confianza implica credibilidad”.
Es la regla de las cuatro “C” que hoy resulta más necesaria que nunca.
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