Seguro que han asistido a más de uno y a más de dos actos en los que no han podido evitar bostezar y desconectar por la duración de los parlamentos institucionales de los representantes que en él intervienen, los cuales, además, suelen no escucharse entre ellos y acaban diciendo todos lo mismo. Intervienen porque son organizadores o promotores o patrocinadores del acto y es lógico que así lo hagan notar, porque, y debemos ser sinceros, probablemente muchos eventos no podrían realizarse sin su aportación económica.

Ahora bien, que ello sea así no conlleva que la visualización de su necesaria colaboración deba terminar convirtiendo un acto interesante en soporífero.

¡Y que conste que digo esto aplicándome la correspondiente autocrítica! Porque reconozco que aún hoy tiendo a excederme del tiempo asignado cuando debo intervenir en un acto con diferentes actores. Poco, pero lo hago. Por eso sigo practicando para mejorar a la hora de hablar en público y preparo y ensayo siempre antes todas mis intervenciones, por pequeñas que sean.

Conocer quién nos escuchará, dónde hablaremos, quién más hablará, cómo funcionará el acto… nos ayuda a preparar lo que vamos a decir y cómo debemos hacerlo para captar la atención de la gente desde el primer momento y mantenerla hasta el final. A la vez, nos ayuda a saber escuchar las demás intervenciones y a citarlas si procede para así “disimular” repeticiones. Y nos ayuda también a controlar la duración de la nuestra.

Que sea buena, breve y sustanciosa es un consejo básico que deberíamos saber aplicar y explicar mejor los que asesoramos y acompañamos a representantes institucionales y portavoces de empresas y organizaciones. Hoy más aún, en un mundo de emociones intensas y cortas.

Incluso el papa Francisco ha pedido a los sacerdotes que sus homilías no duren “más de 8 minutos” porque “hablan tanto, tantas veces, que no se entiende de qué hablan… y pasado este tiempo la gente pierde la atención y se duerme, y tienen razón…”. ¡Y 8 minutos son ya muchos minutos!

No es la primera vez que lo pide, aunque el eco que ahora han tenido sus palabras ha sido mayor tras otras desacertadas y poco cuidadas –“demasiado ‘mariconeo’ en algunos seminarios” y “los cotilleos son cosa de mujeres”–, que a pesar de ser pronunciadas en reuniones privadas han trascendido y evidencian que un personaje público debe vigilar siempre lo que dice y que el portavoz puede equivocarse.

En otra ocasión podemos hablar sobre qué debemos hacer cuando nuestro portavoz mete la pata. Mientras, y relacionado aún con la medida y la mesura de las intervenciones, recojo la reflexión del sacerdote y periodista Francesc Romeu, profesor de Periodismo en la Universitat Ramon Llull, acerca de la advertencia papal sobre las homilías: “El único secreto es preparárselo. Lo que no puede ser es que algunos profesionales creamos que tenemos un backgroundy que en el mismo momento nos vendrá la inspiración. Entonces se nota que aquella persona la va buscando (la inspiración) y eso se va alargando”.

Una reflexión que sirve para mucho más que las homilías.