En mayor o menor medida, todos los que nos dedicamos a la comunicación coincidimos en la pérdida de eficiencia de las notas de prensa. ¿Por qué? Pues porque diariamente se emiten miles de comunicados dirigidos a los medios de comunicación que no llegan a ninguna parte porque o bien carecen de interés o bien son imposibles de gestionar justamente por la gran cantidad que se recibe. Para hacernos una idea, algunos medios de comunicación, especialmente los sectoriales, afirman que cada día reciben cerca de 2.500 notas informativas, y algunos periodistas confiesan que sus buzones de e-mail quedan colapsados también cada día porque pueden llegar a recibir hasta 800 comunicados en su cuenta personal. ¿Resultado? ¡Ya ni abren los correos! Y algunos medios han visto la posibilidad de negocio y cobran un fijo para garantizar que aquella nota será publicada en las versiones digitales de su medio.

Solo existen dos explicaciones para seguir manteniendo esta locura y haciendo que algunos gabinetes de comunicación vayan de cráneo produciendo notas de prensa. La primera es que muchos equipos directivos siguen enganchados al clipping como único canal para alimentar la reputación de sus compañías. Si los directivos quieren ver diariamente el clipping, debe alimentarse. Y la única manera que muchos tienen de hacerlo es generando más y más notas de prensa para llenar los resultados de cada mañana y satisfacer a la clase dirigente que cree que así queda garantizada la reputación de sus organizaciones.

La segunda explicación la encontramos en los objetivos que se marcan muchas direcciones de comunicación: resulta más fácil justificar el trabajo haciendo notas de prensa que gestionando de verdad la reputación porque, al fin y al cabo, aún nadie ha encontrado la fórmula real de medir la reputación de una empresa.

La cuestión es que seguimos inundando los medios de notas de prensa –la mayoría de las cuales no pasarían un examen de primero de periodismo– porque es la manera más fácil que tenemos de auditar nuestro trabajo. Y ya sabemos que generar contenidos de valor añadido, crear canales propios interesantes para nuestros públicos y gestionar de manera directa nuestros interlocutores es más difícil que encargar un comunicado que podemos enseñar a la dirección general para que lo valide, lo raye, lo modifique y acabe haciendo un buñuelo (con la inestimable participación de los departamentos jurídicos, verdaderos especialistas en destrozar notas de prensa).

Tristemente, este sigue siendo el día a día de la comunicación corporativa para muchas compañías y, por lo tanto, digamos lo que digamos, estamos muy lejos de gestionar la comunicación o de hacer comunicación. Por desgracia, la literatura ha ido mucho más rápido que la realidad. Sabemos mucho de comunicación, pero sabemos poco de ponerla en práctica.