En estos primeros 30 años de vida, en Síntesi hemos realizado infinidad de vídeos y de fotografías de todo tipo de estilos y formatos. Y, desgraciadamente, nos ha tocado trabajar en escenarios imposibles. Para que me entendáis, hemos tenido que mover mesas, hemos apartado muebles, colocado plantas, desplazado sofás, disimulado fondos indescriptibles, escondido cables, monitores y luces… para conseguir espacios de trabajo decentes en lugares en los que, aparentemente, parecía misión imposible.
Recuerdo, por ejemplo, haber colaborado en un proyecto para unas fotografías corporativas del equipo directivo de una empresa. Pese a haber remarcado, como hacemos siempre, los requerimientos mínimos que necesitamos para este tipo de trabajos, las fotos terminaron haciéndose en una sala insulsa, contra una pared pintada con gotelé y con un techo tan bajo que colocar una iluminación mínimamente adecuada resultó una ardua tarea y un gran ejercicio de imaginación.
En otra, rodamos diversos vídeos en una sala ocupada en el 70% por una mesa de juntas enorme que no puede moverse y que molesta más que servicio presta a la hora de grabar. Para hacer juntas, no, claro, es muy adecuada. Además, la pared principal de la sala está presidida por el logo de la empresa a tamaño gigante.
El caso de esta última empresa es, además, paradigmático. Porque se instalaron en una nueva sede y en ningún momento pensaron que necesitarían –necesitan– un espacio para poder hacer vídeos y fotografías de manera adecuada. Sí que pensaron en tener una sala de juntas imponente, pero esto no nos sirve a nosotros.
Y aquí es adonde quería llegar. Tanto si se trata de una nueva sede como de una antigua, debemos pensar en espacios adecuados para comunicar, en el sentido más amplio del verbo. Hoy, esto resulta una necesidad imperiosa, porque las empresas y organizaciones tienen sus propios canales de comunicación y cada vez más se animan a elaborar materiales para estar en contacto permanente con sus públicos, tanto internos como externos.
O sea que todos estos materiales comunicativos necesitan de un escenario adecuado. Si no, el producto se resiente de ello. ¿Los profesionales del audiovisual podemos mejorar el escenario? Sí. ¿Podemos hacer milagros? No. Ahora no querría aburriros con las características que debe tener este escenario, pero se resume con una sola palabra: versatilidad. Que no tenga elementos que entorpezcan, que las paredes sean lisas, que la iluminación sea adecuada, que no provoque eco… Después, nosotros ya lo llenaremos y lo adaptaremos según las necesidades de cada producto.
Puede parecer que digo todo esto como si de un capricho se tratara, pero no lo es. Cuando tengo la suerte de acompañar a Jordi Martínez o a Aurora Masip a una formación de portavoces –¡son unos cracks! –, siempre explican a los asistentes, entre otras muchas cosas, la necesidad de vigilar el fondo para la presentación, rueda de prensa o lo que sea que deban hacer. Que cuiden el escenario, vaya. Ejemplo muy básico: si has de comunicar sobre una situación de duelo o de crisis, no lo hagas delante de un cartel de un payaso o de una imagen parecida. Los asistentes siempre se sorprenden porque no habían caído en estos detalles.
La actitud y el desarrollo delante de la cámara es básica para conseguir un buen efecto. El tono, el ritmo, la dicción o las palabras son primordiales para conseguir un mensaje comprensible e impactante. Pero, por muy bueno que sea el portavoz en estos aspectos, todo puede irse al garete, y muy fácilmente, por haber escogido el escenario inadecuado.
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