La proliferación de los smart phones en los últimos años, cada vez con más prestaciones, ha llevado de manera inevitable a la proliferación de todo tipo de materiales audiovisuales, la gran mayoría de ellos realizados de manera doméstica y que tienen las redes sociales como destino.

Desde Síntesi apostamos porque los vídeos y cualquier otro material relacionado con la comunicación de empresas y organizaciones sean velados por profesionales, que son los mejores garantes para que el proyecto llegue a buen puerto y con la calidad que le corresponde. Pero, claro, con un móvil en el bolsillo, resulta difícil resistirse a la tentación de hacerse un vídeo uno mismo. Porque como decimos a menudo, la comunicación es como el fútbol, todo el mundo cree que sabe y a menudo no se da cuenta de los errores que está cometiendo y que impactarán en el resultado final. Por si puede resultar de utilidad para tratar de evitar los errores más comunes, unos cuantos criterios muy básicos que todos los profesionales tienen en cuenta, pero en los que seguro que muchos profanos no han pensado nunca:

– Espacio. Si de lo que se trata es de grabar una intervención hablada, es necesario buscar un entorno lo más silencioso posible, sin ruido ambiental que dificulte entender lo que la persona está diciendo. Los exteriores suelen ser más agradecidos estéticamente, de acuerdo, pero menos controlables por lo que refiere a ruidos. Por eso, si no se dispone de equipo profesional y se graba con un teléfono, la mejor opción siempre es escoger un espacio interior. En la edición del vídeo se puede mejorar la pista de audio, pero no se pueden hacer milagros.

– Encuadre. Parece una obviedad, pero la persona que habla debe estar centrada respecto al eje horizontal, a no ser que se busque un efecto o un estilo determinado. En general, el centro es la mejor opción y con la cabeza de la persona situada por encima de la mitad de la pantalla, muy cerca del límite del cuadro. No suele servir de casi nada si dejamos demasiado espacio (aire) por encima de la cabeza de la persona; son píxeles perdidos. Otro criterio a tener en cuenta es que la cámara se ha de situar a la altura de los ojos de la persona, ni más abajo ni más arriba, sobre todo si habla a cámara, y debe evitar moverse para garantizar un plano más o menos estable.

– Resolución. Antes de empezar a grabar, revisad las opciones de resolución del móvil y, por defecto, seleccionad la más alta. El vídeo ocupará más espacio, pero os garantizará una calidad superior. Si ya tenéis claro que el vídeo solo irá a redes, aquí podemos discutir si es necesario grabar con la resolución más alta posible o seleccionar otra inferior para evitar archivos muy pesados. Bien, como dicen algunos tutoriales de Adobe –que de vídeo saben mucho más que yo– “la resolución es como el pelo: si lo tienes largo, siempre te lo puedes cortar, pero si lo tienes corto no lo puedes alargar por arte de magia”. Al fin y al cabo, se trata de no hipotecar usos futuros del vídeo. Puede que ahora tengas clarísimo que solo irá a redes, pero… ¿y mañana?

Estos criterios sirven también para cualquier tipo de vídeo, aunque no sea una intervención hablada. Si habéis de grabar, yo qué sé, una mesa redonda, pues procurad varias cosas: que la cámara esté a la altura y el encuadre adecuados, que las frases que se puedan escuchar de los ponentes sean completas –no sirve de nada cortar a media frase a alguien que habla– y que los planos sean lo más estables posible. No pasa nada, al contrario, por grabar planos fijos durante unos segundos. Los profesionales lo agradecemos porque nos facilitan la edición, más que los planos que se van moviendo de derecha a izquierda –o en cualquier dirección– sin orden ni concierto.

En definitiva, siempre es mejor confiar en un profesional. Yo no cambio la grifería de casa cuando se estropea, porque no sé, y ver un videotutorial en YouTube no me convierte en un experto. La tentación de hacérselo uno mismo, especialmente en Comunicación, suele conducir a resultados deficientes que tienen muy mala solución. Y el problema es que, sin saber bien cómo, aquel desaguisado hecho con toda la buena voluntad, pero sin ningún criterio, nos acaba cayendo a los profesionales acompañado de la pregunta de rigor: Esto lo puedes arreglar, ¿verdad?