El 23 de enero, Carrefour Bélgica anunciaba que dejaba de vender panga en sus supermercados en este país por «motivos ecológicos». Una semana después, el 31 de enero, Carrefour España se sumaba a esta medida. Al día siguiente, la CEAPA (Confederación Española de Asociaciones de Padres y Madres de Alumnos) enviaba una carta a los ministros de Sanidad y de Educación pidiendo la prohibición del consumo de panga en los comedores escolares. La crisis estaba servida.
Pero de qué tipo de crisis estamos hablando? Estamos realmente ante una crisis de seguridad alimentaria o por el contrario estamos ante una crisis de reputación? La respuesta es clara, nos encontramos ante una grave crisis de reputación y de imagen.
Todo el mundo coincide, autoridades sanitarias, expertos alimentarios, pediatras, estudios universitarios consumir panga no supone ningún riesgo para la salud. Es un pescado insípido, con poco valor nutritivo y con presencia de algunos elementos tóxicos, pero 100% seguro y llega a España tras superar un estricto sistema de control por parte de la Unión Europea para garantizar que el pescado que consumimos cumple todas las normativas de seguridad alimentaria.
Pero eso no es lo que creen la sociedad y los medios de comunicación de nuestro país. Para ellos el panga es un pescado cultivado en un río altamente contaminado, sin ningún tipo de control sanitario, con elevados índices de mercurio y con todo tipo de contaminantes en su carne. Si a esta percepción negativa añadimos un alto índice de desconfianza hacia la industria vietnamita, los problemas ambientales que causa su cultivo en el delta del Mekong y las condiciones de los trabajadores entenderemos el porqué de la percepción negativa de los media y de los consumidores.
Para intentar combatir esta mala imagen del panga, en 2013 Vietnam creó el sello de calidad ASC (Aquaculture Stewardship Council) que certifica que el panga que consumimos ha sido críado de manera responsable. Ahora, cuatro años después el panga se enfrenta a su crisis de reputación más importante de los últimos años con riesgo de perder el que hoy es su primer mercado en Europa si no actúa rápidamente -España consume anualmente 23.179 toneladas de panga que suponen un 20% del mercado europeo- y consigue construir una reputación sólida y positiva.
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