De un tiempo a esta parte, hemos visto cómo se incrementaba el rechazo social a proyectos, infraestructuras o servicios, especialmente aquellos que pueden tener un impacto en el territorio. Pero pocas veces nos preguntamos los motivos de esta actitud contraria a cualquier instalación. En la mayoría de casos, atribuimos el rechazo a los cambios de hábitos sociales o a un mayor compromiso de las personas con el entorno y a su militancia contra todo lo que huela a grandes empresas o capital. Pocas veces vamos más allá y nos planteamos realmente de donde surge esta negativa o esta oposición.
Las complejidades sociales actuales hacen que, más que nunca, sea necesario adaptar las estrategias de comunicación para dotarlas de una sensibilidad especial hacia la sociedad. Hoy, es clave saber qué piensan, qué opinan y qué dicen las personas del entorno de nuestra actividad. Pero demasiado a menudo, cometemos el error de dirigirnos a estas personas para imponerles nuestro relato, sin escuchar previamente. Podríamos decir que la clave de la comunicación relacional hoy es la escucha. Escuchar y dialogar se han convertido en elementos esenciales para garantizar el éxito de algunos proyectos o la pervivencia de algunas actividades.
Y escuchando y dialogando, como base para futuras estrategias de actuación, nos daremos cuenta de que, en muchas ocasiones, la base de una negativa es la falta de información, un proyecto mal explicado o poco explicado y la poca atención dedicada a las personas. Queramos o no queramos, hoy es imposible ejecutar una actuación en el territorio o llevar a cabo determinadas actividades sin el visto bueno de la sociedad. Ya podemos planificar grandes infraestructuras necesarias, grandes equipamientos fundamentales para el desarrollo de un territorio o la implantación de grandes industrias o actividades que, si no tenemos el beneplácito social, difícilmente saldrán adelante, incluso contando con todas las autorizaciones y apoyos administrativos necesarios.
¿Cómo actuar para evitar el rechazo?
Por lo tanto, a la hora de plantear una estrategia para sacar adelante un proyecto o una actividad es imprescindible:
1. Identificar de manera clara de todos los interlocutores del entorno del proyecto.
2. Proceso de escucha activa y de diálogo.
3. Diagnóstico de la situación.
4. Plan de acción.
Si no lo hacemos así, y diseñamos el proyecto sin tener en cuenta los entornos es un error de cálculo que están reproduciendo muchas empresas, que explican los proyectos cuando éstos ya se están tramitando y poco se puede hacer. Esta manera de actuar supone unos costes económicos y reputacionales altísimos.
No podemos conformarnos con el concepto, ampliamente extendido, que hoy la sociedad es mucho más intolerante y que va en contra del capital y del progreso. La sociedad quiere lo que ha querido siempre: transparencia, información, diálogo, atención y flexibilidad. Lo que no sirve hoy son los planteamientos inamovibles de muchas empresas que se niegan a entender que hoy el poder ya no está en su tejado, sino en la gente. Hoy, guste o no, todos somos líderes de opinión, medios de comunicación y fuentes de información mucho más creíbles que cualquier empresa o corporación.
Las actividades, los proyectos o los negocios que requieren una implantación en el territorio necesitan previamente el visto bueno de este territorio y esto sólo se consigue escuchando, dialogando y teniendo en cuenta la opinión de las personas. Menospreciarlas, no considerarlas o prescindir de las personas hace inviables muchos proyectos.
El no, no nace caprichosamente, el no nace de las carencias ya menudo estas carencias tienen su origen en la cultura empresarial de creer que lo más importante es lo nuestro y no lo que piensan los demás. Somos lo que somos más lo que piensan y creen los demás, este es el principio de la comunicación hoy.
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